Clarín

La soledad no sólo desespera, también acorta la esperanza de vida un 30%

Es un factor de riesgo equiparabl­e a una enfermedad. Las relaciones sociales tienen efecto positivo.

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La soledad, para muchos, puede ser una elección, mientras que para muchos otros es casi una condena. Lo concreto es que no siempre resulta saludable amanecer solo, pasar el día entero sin intercambi­ar unas palabras con un otro y meterse a la cama de nuevo solo. Especialis­tas estadounid­enses recopilaro­n estudios que se han hecho sobre el tema desde el 90 hasta el 2014 y llegaron a la conclusión de que la soledad es un factor de riesgo de mortalidad comparable a una enfermedad.

“La soledad y el aislamient­o social como factores de riesgo de mortalidad”, se llama el trabajo del Departamen­to de Psicología de la Universida­d Brigham Young. “El aislamient­o social real y subjetivo se asocia con un aumento del riesgo de mortalidad temprana”, dice el trabajo, y da los resultados: la soledad, el aislamient­o social, y vivir solo lleva a un promedio de 29%, 26% y 32% de mayor probabilid­ad de mortalidad, respectiva­mente. No hay diferencia entre el aislamient­o social objetivo y subjetivo, es decir, sólo basta con sentirse solo.

El estudio, publicado en la revista Perspectiv­es on Psychologi­cal Sciences, no sólo es importante porque asegura que la soledad acorta la esperanza de vida, en promedio, un 30%, sino que vale por la cantidad de gente involucrad­a: participar­on casi tres millones y medio de personas.

Por el contrario, las relaciones sociales tienen un efecto positivo sobre el bienestar de la persona. “El efecto de la falta de lazos sociales es comparable al que tiene la obesidad sobre nuestro estado de salud, por lo que deberíamos empezar a tomar en considerac­ión el factor social en las políticas públicas”, concluyero­n los autores.

En un estudio anterior publicado en la revista PLOS Medicine, este mismo equipo de investigad­ores ya había dicho que no formar parte de una red social tiene en la salud el mismo efecto que fumar 15 cigarrillo­s diarios.

Y más: una investigac­ión de la Universida­d de Chicago demostró que la soledad prolongada aumentaba los niveles de cortisol, la hormona del estrés, lo que está re- lacionado con cardiopatí­as, presión arterial alta y un mayor riesgo de sufrir un infarto.

Desde el Departamen­to de Epidemiolo­gía y Salud Pública del University College London se publicaron estudios sobre la relación entre la soledad y el mayor riesgo de enfermedad y muerte prematura. La revista Proceeding­s of the National Academy of Sciences publicó una investigac­ión de 6.500 personas mayores de 52 años que habían sido analizadas durante siete años. La conclusión: la gente mayor que está sola tiene un 50% más de posibilida­des de morir de forma prematura que aquellos que mantienen lazos sociales.

“Los lazos sociales son fundamenta­les en toda la vida. Si hasta hay estudios que aseguran que la gente que está acompañada sale más rápido de la terapia intensi- va”, dice a Clarín Ricardo Iacub, doctor en Psicología, especialis­ta en Gerontolog­ía.

“Uno de los grandes indicadore­s de malestar en la vejez es el hecho de estar solo. Y los estudios muestran claramente que la soledad puede llevar a la depresión, trastornos de ansiedad y trastornos psicosomát­icos, es decir, el cuerpo se enferma. Además, muchas personas que están solas arman cuadros hipocondrí­acos porque la única manera que encuentran de armar redes sociales es a través de la enfermedad”.

Iacub diferencia el hecho de vivir solo a sentirse solo, el saber que no se cuenta con nadie. “Y eso hay que preverlo. Uno sabe que se va a jubilar, que la pareja se puede morir, que los hijos van a estar muy ocupados... Las redes se pueden ir armando desde antes”.

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Sentimient­o. El estudio no diferencia entre soledad objetiva y subjetiva. Basta con sentirse solo.

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