Clarín

“Un músico siempre está obligado a crear”

El bandoneoni­sta, que hoy inicia un ciclo en Café Vinilo, dice que distinguir entre música popular y erudita es de ignorantes.

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“La música tiene un sólo carácter: es música. Y tiene que estar bien hecha. Hablar de música erudita o popular es de ignorantes. Para mí, toda la música es popular, porque está dirigida a nosotros, que somos el pueblo.”

A los 79 años, el bandoneoni­sta salteño Dino Saluzzi habla con la autoridad que le da una trayectori­a que comenzó a delinear hace más de medio siglo, jalonada por trabajos de alto vuelo estético que le valieron un enorme prestigio en diferentes partes del mundo. Un respaldo que lo exime de eufemismos a la hora de hablar.

“Si a mí un músico me hace escuchar La cumparsita cada una de las 400 veces que lo voy a ver, lo demando por estafa. Porque un músico siempre está obligado a crear. Y a hacerse responsabl­e de su profesión”, dispara.

Con ese criterio, programar a esta altura la Sinfonía 40 de Mozart también sería un fraude.

No. Porque todo en la vida exige

Pero está programado que usted toque allí en octubre.

Sí, pero no voy a ir. Me ha ofendido eso de que el Colón abre sus puertas a la música popular. Decir eso es una vergüenza. No voy a ir. Para mí, tocar ahí no significa nada. Para mí es la música, no el edificio. una segunda lectura. La lectura es el primer paso, el solfeo; después, a través de la sensibilid­ad, viene el arte. Porque nos comunicamo­s a través de la sensibilid­ad, y no de las fórmulas, las notas o las herramient­as. Si un pueblo deja de entender eso y vive en un conflicto eterno, está destinado al fracaso y a la muerte temprana.

Del mismo modo en que borra la frontera que se suele trazar entre las músicas llamadas erudita y popular, Saluzzi arremete contra la idea de que el único conocimien­to es el racional. “Olvidan que hay una enorme cantidad de gente que tiene conocimien­tos intuitivos, muchas veces asombrosos”, dice.

O una racionalid­ad diferente.

Yo soy muy cuidadoso en eso, porque a veces esa manera de pensar supone elecciones extrañas. Muchas veces no le damos valor a cosas que para otros son muy valiosas. Algo que nos hace ser más libres, más felices y vivir menos angustiado­s.

Quizás en esa lógica se inscribe el olvido al que el mismo músico confiesa haber relegado sus obras, una vez compuestas. “Yo ni sé qué tengo grabado. De vez en cuando escucho algún disco que hice. Y no creo que la música sea linda; debe haber algo más misterioso. Y ese ‘debe haber’ indica un punto de ignorancia que es el que nos sostiene. Si no, les sale un tipo que dice que es el mejor, y que dice que le va a conducir la vida”, explica, se ríe.

Yo sí tengo recuerdos, y en su nuevo disco, “El valle de la infancia”, se percibe una recuperaci­ón de formas folclórica­s que estuvieron al comienzo, pero que con el tiempo se fueron diluyendo en su música.

Lo que aparece es algo que mamamos desde nuestra infancia. Uno puede ir por ahí en busca de cosas que considera mejores, pero a la larga se da cuenta que estaban ahí donde uno nació. Ahí donde fue verdaderam­ente feliz.

¿Es necesario hacer ese recorrido para descubrirl­o?

Creo que sí. Porque, como dice (Romano) Guardini, sin conocimien­to no hay ética. Lo que sucede es que nosotros mamamos todo eso de mi madre, mi padre, los amigos, las fiestas de campo. Y yo traté de respetar todo eso. De respetarlo y aprender, pero jamás usarlo. Cuando me tocó tocar esa música que me dio tanto, traté de no imitar, de equivocarm­e, de hacer las cosas bajo mi responsabi­lidad. Además tenía una seguridad plena: yo soy esto que soy. No puedo hacer otro, por más que lo intente.

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Saluzzi. Hoy, mañana, sábado y domingo, a las 21, en Vinilo, Gorriti 3780.

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