Clarín

Horacio Guarany, a un paso de los 90

“Qué me voy a cansar, si cantar es mi vida”

- Gaspar Zimerman gzimerman@clarin.com

El cantor explica por qué sigue cantando y habla del lanzamient­o de su nueva novela.

A un mes de cumplir 90, el Potro asegura que sigue vigente. Y que va a vivir veinte o treinta años más.

El humor de Horacio Guarany. Ve que sos pelado y te dice: “¡A vos te deben decir Melena!”. Después anuncia “tengo un regalo para vos” y esgrime un peine. El fotógrafo no para de darle instruccio­nes a toda velocidad, y él: “¡Pará un poco, hermano! Si a una mina le hablás así no va a entender si querés casarte, cogerla o mandarla al carajo”. En el escenario también le gusta contar chistes. Yo actúo en el escenario. Cuando Enrique Dawi me llamó para hacer en cine Si se calla el cantor, me dijo: “Yo te vi cantar en Uruguay y vos no cantás, vos actuás la canción. Me quedé asombrado, dije: este tipo es actor”. Según él, lo hice tan bien que llamó a Argentina Sono Film y dijo “yo con Guarany me animo a hacer el Martín Fierro”. Hicimos un buen Martín Fierro, con la desgracia de que estrenamos estando los militares. Entonces pusieron bombas en un cine de Béccar, en el Monumental de la calle Lavalle, y nadie se animaba a dar la película. Me gustaría que la gente viera ese Martín Fierro: no es una gran película, pero es digna.

Probableme­nte Guarany haya sido así toda su vida, pero ahora, a un mes de cumplir 90 años (el 15 de mayo), goza, además, de esa impunidad que da la edad: dice, aparenteme­nte sin filtros, todo lo que se le cruza por la mente. Sólo hay dos temas que, advierte el manager, mejor no tocar: el vino y su amistad con Menem. El hombre está harto de que en todas las entrevista­s le pregunten lo mismo. Ahora está reflexiona­ndo sobre el periodismo: “Yo soy un gaucho atrevido, se me dio por leer, y lo que no pude aprender en la escuela, porque hice hasta sexto grado, lo fui aprendiend­o a través de los grandes pensadores. Y lo que aprendí es que el periodismo es algo muy importante. Para que estén liberados de preocupars­e por su situación económica y puedan prepararse con gran nivel para ejercer su profesión, el periodista, como el maestro y el policía, deberían ser los hombres mejores pagos del país”.

En eso estoy de acuerdo.

Está tan confundido el mundo, tan mal edificado, que a los que preparamos celosament­e es a los que van a cuidar la plata, los empleados de banco, los abogados, los contadores. Y así el mundo se va deformando.

¿Y a los cantores qué lugar les queda?

El artista es otra cosa. Yo hablo de esos tres porque son los que forman. El artista no forma, puede inquietar un poco la mente del ser humano. Y puede tener buena intención, pero lo tientan los vicios, los lujos, los placeres, la ostentació­n y el dinero. Y ya no le importa su trabajo, sino él mismo. El dinero es bueno, pero lo necesario. Si no, destruye al hombre. La acumulació­n es un veneno. Lo otro que destruye al hombre es la televisión: de ese gran invento, el hombre ha hecho un conventill­o de chismes. Ese hermoso aparato fue destruido por hombres que andan mirando los culos de las mujeres, a ver con quiénes se acostaron, y la cabeza de los actores a ver quién le metió los cuernos. Es una competenci­a por hablar mal de los demás y pelearse con el otro. Exaltan que se peleó María con José: ¡¿qué carajo le importa al país?!

Dicho esto, agarra su taza y anuncia: “Voy a tomar un café, porque ya hablé mucho y vos no hablaste nada, vago de mierda. Así cualquiera es periodista”. Se agacha hacia el grabador y grita: “¡Señora Herrera de Noble, este periodista es un vago, no habla nada, sólo se ríe y toma café!”

¿Cuál es el secreto para seguir activo a los 90 años?

No hay ningún secreto. El daño

que se les hace a los jubilados... ¿Por qué nadie piensa que un hombre que hizo un trabajo durante 40 años tiene tan metido ese oficio dentro de él que no se le puede decir de repente “basta, no lo hagas más”? Es matarlo. Yo tengo varios libros escritos, claro que no los lee nadie. En uno propongo que a un hombre que trabajó 40 años en una oficina no hay que jubilarlo, sino darle cuatro horas de trabajo en algo que él elija, que le guste. Y no que vaya a dar lástima a la plaza, vacío, sin nada. Hay que ser más humano, no se puede decirles que se vayan a la casa a los hombres que trabajaron toda su vida en un oficio.

O sea que si usted no siguiera cantando, se moriría.

Claro. Antes trabajaba mucho, día y noche. Puedo decir con orgullo y extrañeza que empecé como cantor profesiona­l en 1950, en el Palermo Palace. Siempre tuve mucho éxito. Son las ondas que transmite el hombre que hace que la gente lo quiera, lo acepte, lo busque. No se explica que un hombre que empezó hace 65 años siga llenando los clubes, los teatros. Es un fenómeno, pero no me lo adjudico. Lo que me cansa es viajar, el avión, los hoteles, salir a la calle y que la gente me pida fotos, esperar. Antes esperaba, me iba a buscar algunas diversione­s. Ahora no tengo ganas de esa vida. Entonces hago una, dos o tres fechas por mes como mucho. Me quedo en casa y vienen los amigos. Pero tampoco pueden venir todos los días. Eso sí, cuando actúo me descargo: ¡ah, qué alivio! Debería actuar siempre.

De cantar no se cansa.

¡Ni de hablar! No, qué me voy a cansar si cantar es mi vida. La alegría más grande que siento es cuando canto.

¿Piensa en la muerte?

La muerte es la cosa más hermosa que tiene la vida. Pobrecita la muerte, todos la odian, y gracias a ella la vida es hermosa. Si la vida no se terminara nunca, sería una pelotudez enorme. Llegaríamo­s a los cuatro mil años y estaríamos podridos de todo. Pero por supuesto, que la muerte no venga pronto, que demore lo más que pueda. Voy a vivir muchos años más, supongo que veinte o a lo mejor treinta, porque tengo una salud de fierro. Me hice todos los estudios y dieron bien: el corazón, la vista, la voz... Hay uno solo que no camina. Peeero, si se tiene paciencia, a lo mejor...

¿Cómo le gustaría ser recordado?

¡Me importa un carajo! Una vez que me muera, ¿para qué quiero que me recuerden? Que recuerden mis acciones, si son buenas. Que me recuerden a mí, ¿para qué?

Son las ondas que transmite el hombre las que hacen que la gente lo quiera. Es un fenómeno, pero no me lo adjudico.

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RUBEN DIGILIO La culpa es de la tele. Para Guarany, la televisión es un invento maravillos­o, pero destruye al hombre.
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