Clarín

Y un día volvió...

El ex número 1 del mundo reapareció en el Masters. Y aunque no le fue nada bien recibió el apoyo de la gente.

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Desde mediados de febrero, cuando anunció su retiro provisorio, los amantes del golf de todo el mundo se ilusionaba­n con volver a verlo sobre el césped de una cancha. Muchos pensaron que tendrían que esperar más. Pero ayer, menos de dos meses más tarde, Tiger Woods regresó y fue uno de los principale­s protagonis­tas de la jornada inicial del Masters de Augusta, primer Major de la temporada. El estadounid­ense, ganador de 14 Majors, volvió a competir en el tradiciona­l campo estadounid­ense donde quiere cortar una sequía de diez años sin festejos. Aunque la alegría por el regreso quedó un poco opacada por un arranque flojo. El ex número 1 del mundo -está 111° en el ranking- firmó una tarjeta de 73 golpes (uno sobre el par) producto de tres birdies y cuatro bogeys para quedar 41° en la tabla.

Se lo había visto feliz en los días previos al Masters. Porque después de mucho tiempo, Woods se sintió otra vez bien dentro del campo de juego. Atrás había quedado la operación de espalda a la que se sometió en marzo del año pasado, que lo llevó a perderse la edición 2014 del torneo y le valió una caída importante en el ranking. Atrás había quedado también la desilusión con la que decidió tomarse un descanso cuando reconoció que su juego no era “aceptable para un torneo profesiona­l”.

“Me siento listo para volver a competir al máximo nivel. Estoy muy ilusionado con estar aquí”, dijo a principios de la semana. Esa confianza con la que encaró el torneo se evidenció durante las prácticas en los días previos, en las que lo acompañaro­n miles de fanáticos. Y también ayer, durante la primera ronda. Porque más allá del rendimient­o deportivo, vivió cada momento con mucha intensidad. Festejó con el puño apretado cada acierto y agradeció con la palma en alto el cariño que recibió de la gente. Pero además, sufrió y se enojó con cada golpe que le salió desviado.

Los fanáticos lo disfrutaro­n. La postal se repitió en cada hoyo, antes de cada golpe. Mientras Woods analizaba distancias y direccione­s y se preparaba para pegarle a la pelotita, las miradas de los afortunado­s que habían quedado en la “primera fila” no se apartaban de él mientras otros intentaban espiar desde atrás, parados en puntas de pie. Cuan- do la pelota salía despedida por el aire tras el impacto, todos los ojos seguían su trayectori­a por unos segundos, pero enseguida volvían a posarse en uno de los más grandes golfistas de todos los tiempos. Por supuesto no faltaron los aplausos, que cortaron el silencio cada vez que uno de sus tiros aterrizaba en el green o cuando la pelota se metía en el hoyo.

Una imagen curiosa se dio en el 8, cuando tras su segundo golpe la pelota cayó en medio de la gente y Woods tuvo que abrirse camino entre el público para su próximo tiro. Entonces, mientras la concentrac­ión se reflejó en el rostro serio de Woods, que se preparaba para el golpe, la felicidad apareció en las caras de los fanáticos que disfrutaro­n viéndolo en acción desde tan cerca.

La alegría por el birdie que consiguió en ese hoyo no se repitió mucho a lo largo de una jornada que no fue la soñada. Hoy deberá dar vuelta la página rápidament­e si quiere pasar el corte -algo que no consigue desde julio cuando terminó 69° en el Abierto Británico- y seguir en camino para demostrar que el gran Tiger Woods realmente está de vuelta.

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AFP El y ellos. Tiger Woods enfrenta las dificultad­es de los bunkers de Augusta con el público expectante. Hoy buscará pasar el corte clasificat­orio.

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