Clarín

Djokovic es la piedra en la zapatilla de Nadal

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

Un Grand Slam, dos Masters 1000 y un campeón: Novak Djokovic. La temporada 2015 arrancó como terminó la 2014: el serbio, que también ganó los dos últimos torneos importante­s del año pasado -París y el Masters-, ya les sacó un campo de distancia a sus principale­s adversario­s en la lucha por un número 1 que lo tiene más que sólido ahí arriba. Pero además, Djokovic aparece como una firme tentación para aventurar con la idea de que el circuito masculino tenga por fin un ganador del Grand Slam por primera vez desde 1969. Y esa parece ser su zanahoria al menos hasta que el 7 de junio se juegue la final en Bois de Boulogne.

Claro que ahí, en París, sería una irresponsa­bilidad no hablar de Rafael Nadal, el mejor de la historia en canchas lentas que sólo perdió un partido en Roland Garros y que irá por su décimo título allí. Imposible no ponerlo como el gran candidato pese a que este Nadal se parece muy poco al que durante mucho tiempo impuso su tenis a partir de su fortaleza mental, fundamenta­lmente. El español perdió la confianza, está claro. Y eso repercutió en su juego: desde lo técnico, el ejemplo más claro es el drive. Lo positivo para él es que entendió la situación. Así, viene de entrenarse en Manacor junto a su amigo Juan Mónaco y hoy llegará a Montecarlo para empezar a respirar la atmósfera en la que ganó ocho veces, nada menos.

Pero el punto importante a esta altura es Djokovic y su extraordin­ario momento en el que indudablem­ente Boris Becker tiene mucho que ver. “Gracias Boris”, le dedicó el domingo en Crandon Park después de destrozar tenística y físicament­e a Andy Murray en la final de Miami. ¿Qué le aportó su nuevo entrenador? Más allá de que con él volvió al número 1 del mundo, Becker lo ayudó a encarar los partidos decisivos. “Puedo entender cómo se siente uno al despertars­e en la mañana de una final”, explicó el alemán. Los resultados hablan por sí solos: desde diciembre de 2013, cuando nació la relación, Djokovic jugó 12 finales y sólo perdió dos. Con este otro dato, ¿ahora está más claro por qué puede quedarse con todo en 2015?

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