Pequeños genios, grandes historias
A los 12 años, Santiago Aranguri ya había diseñado un software para buscar a personas perdidas. Como él, otros chicos brillantes hablan de sus alegrías, pero también de una sociedad que no les hace lugar fácilmente.
“Mentes que brillan”, película protagonizada por Jodie Foster (1991), muestra a un pequeño superdotado intelectual y sensible que busca encajar en el mundo al tiempo que desarrolla sus inusuales capacidades. Es que ser un niño con “altas capacidades” – como se conoce médicamente a estos casos– no es sencillo. ¿ Cómo se los reconoce? Aprenden con gran rapiedez, poseen una gran curiosidad, usan metáforas, manejan bien la abstracción, son intuitivos..... Se suele asignar un “Coeficiente Intelectual” (C.I.) a la inteligencia, en base a test psicométricos. El número 100 corresponde a inteligencia media. Por encima de 130 indica alta capacidad intelectual.
Argentina los tiene.
Según el último censo, en el país hay 8 millones de personas con altas capacidades, el 20% de la población (dos millones con C.I. por encima de 130). “Y el 98% no está bien diagnosticado”, explica Cecilia Pedemonte, madre de una niña con altas capacidades y titular de la Asociación Paulista Altas Habilidades y Superdotación. “Por eso, más allá de las historias de color, hay que recordar que se trata de una problemática. Hay chicos que van de colegio en colegio, que necesitan una educación especial y la Argentina no la ofrece. Son chicos que piensan y sienten diferente y a veces se aburren por no encontrar su lugar”. Aquí, algunos de estos pequeños genios, con grandes historias.
“Imaginen que están perdidos”-
Santiago Aranguri (14) tiene una preocupación grave: las personas perdidas. Por eso, sentado en su cuarto, a los 12 ideó un sitio web y una aplicación con sistema de localización para hallar personas. “No sabía por dónde empezar, pero empecé”, dice. Como usa la compu desde los 5, tomó ese camino. La Red Solidaria ya implementa su sistema. Santiago planea que llegue a otros países “para que cuando se pierda una persona, se la encuentre rápido”. Obtuvo premios nacionales e internacionales. Sus días se dividen entre ir a la escuela, participar de olimpíadas de matemática e informática, andar en bicicleta y no descuidar nunca su lista virtual de asuntos pendientes, en un teléfono que le avisa con alarmas cuáles son las actividades que vienen. Lee mucho, todo lo que su tiempo libre le permite.
Alas en los pies.
“Pies ‘pa que te quiero si tengo alas para volar”, decía Frida Khalo. Jazmín Gude (14) tiene pies y alas, baila desde los 3 años y va a la escuela por Internet. Porque todos los días viaja hasta el Teatro Colón, donde ensaya entre 8 y 9 horas. Vive en la ciudad de Buenos Aires, hace una dieta rica en proteínas, vegetales y legumbres con la rigurosidad de un adulto. Y casi no tiene tiempo para pasear. Amigos, los compañeros de baile. Entra a las 7AM al Colón, donde cursa sexto año de Danzas. Ya ganó varias medallas de oro; estuvo becada en 2013 estudiando ballet en Nueva York y en 2014 en Mónaco. Quiere “llegar con la danza lo más alto que pueda”.
El correcaminos.
Es tricampeón argentino de automovilismo y fue en 2013 tercero a nivel mundial, en Abu Dhabi. Kevin Felippo (15) corrió en karting desde los 8 hasta los 14. Para 2016 confía en lanzar su carrera internacional en Inglaterra. Pero no descuida sus obligaciones y su vida social: va a la escuela, al gimnasio, sale con amigos, hace pruebas de clasificación los sábados y carreras los domingos. Muere por las pizzas y las milanesas, pero su nutricionista le preparó una dieta estricta. A los 10, fue convocado por Ferrari. Quiere llegar a la Fórmula 1. Pero necesita 150 mil euros para probarse en Europa. Sponsors, anotarse.
No molestar: genio estudiando.
Si uno se cruza en el potrero a Kouichi Cruz (15) no se da cuenta de que está frente a un genio a punto de recibirse de licenciado en Ciencias de la Computación, carrera que estudia en la Universidad de Córdoba, junto a Ciencias Económicas e Informática. Su coeficiente intelectual es de 145. Cuando nació, sus papás, practicantes budistas, esperaron tres meses que desde Japón les enviaran el nombre para su hijo: Kouichi, que significa “genio, guía, número uno, brillante único”. Terminó el secundario a los 12; habla siete idiomas: inglés, francés, italiano, alemán, latín y japonés, además de español. A los 3 años leía de corrido. Pero eso no lo deslumbra. Estudia todo el tiempo y cuando descansa juega
CUANTOS SON.
Según la OMS, el 20% de la población mundial presenta “altas capacidades o superdotación”. En Argentina son casi 8 millones de personas. Tienen notable desempeño y alta capacidad intelectual, aptitud académica, pensamiento creativo o productivo, talento especial.
SUPERDOTADOS.
Presentan un coeficiente intelectual de 130 o superior (la media es de entre 90 y 110). Muestran un desempeño sobresaliente en todas las áreas: memoria elevada, pensamiento sagaz, originalidad, alta concentración. Pero también se aburren fácilmente de lo que no los entusiasma. al tenis, visita a sus amigos y lee a Gaturro. “Necesitamos entrevistar a Kouichi”, propuso Clarín a su tía, Alejandra Pérez Lucero. “Disculpen, no va a hablar hasta que se reciba en octubre. No queremos molestarlo”, se excusó. Los genios no deben ser molestados.
De la 31 a la gloria.
Dylan Reales ya tiene 11 años y sigue persiguiendo su sueño, ese que nació junto con él en los pasillos de la Villa 31: “Abuelo, yo quiero jugar al golf”, dijo un día, cansado de darle a las frutas podridas de la feria con una rama que hacía las veces de palo. Consiguió profesor gratis en Palermo y San Isidro y ahora entrena seis veces por semana, a la tarde. A la mañana va a la primaria, donde también se destaca. “El estudio y el deporte son mis prioridades”, dice, fascinado con dar entrevistas. Y todas las noches, caminando, regresa a su casa de la 31, del otro lado del autopista. En abril ganó dos
NIÑOS PRODIGIO.
Son los casos en los que a muy temprana edad muestran un rendimiento igual o superior al de una persona en edad adulta. Se puede hacer un diagnóstico fiable ya entre los 4 y 7 años de edad. Y muchas veces, los especialistas recomiendan “acelerar” sus etapas de educación.
TALENTOSOS.
Son casos de chicos con muy alto desempeño en deportes, artes plásticas, musicales, dramáticas, literarias o escénicas. Mientras sus compañeros pasan horas en la computadora o mirando tele, ellos trabajan en su pasión y logran niveles de especialización similares a los de un adulto. torneos, pero no descansa. La foto de esta nota, se hizo durante una de sus mañanas de entrenamiento en el campo de golf municipal.
Justo a mí me tocó ser yo.
Lo diría, como la célebre y recordada Mafalda, cualquier niño con capacidades fuera de lo común. Que conoce temas inusuales para su edad, que son críticos, que se aburren fácilmente, que manejan vocabulario de adulto, que buscan saber sobre el cómo y el porqué de las cosas, que tienen juicios de gran sentido común. Sus amigos los ven como diferentes, algunos se burlan y hasta los maestros –la gran mayoría, según los especialistas– les dicen que preguntan demasiado y que tienen “síndrome de intensidad”. Por eso padres, psicopedagogos, médicos y psicólogos insisten: que un niño sea superdotado o prodigio se vive, más que como una virtud, como una problemática que debe ser resuelta.