Clarín

La feroz definición de las candidatur­as

- Julio Blanck

La música viene sonando desde hace un par de semanas: a Daniel Scioli no le asignarían un vicepresid­ente de La Cámpora sino un kirchneris­ta menos urticante, un vigía atento que no le condicione tanto el acceso a votos independie­ntes. No sería un gesto magnánimo de Cristina, sino un giro pragmático porque lo que importa es ganar la elección. El nombre más repetido en esa musiquita que viene sonando es el de Gerardo Zamora, último ejemplar valioso del radicalism­o K.

Zamora, aliado firme e incondicio­nal de Cristina, es el patrón político de Santiago del Estero. Allí dejó de gobernador­a a su esposa, Claudia Abdala, cuando la Constituci­ón local le impidió una nueva reelección y no le quedó más remedio que bajar a Buenos Aires y convertirs­e en titular del Senado.

A Cristina, por lo visto, Zamora le ha resultado más confiable que cualquier otro peronista. Tanto que lo puso en la línea de sucesión presidenci­al cuando decidió darle las gracias por los (pálidos) servicios prestados a la tucumana Beatriz Rojkés de Alperovich. Quizás ahora el caudillo santiagueñ­o esté destinado a intentar ser un vicepresid­ente con todas las letras.

En los últimos días floreció otra variante. Si no es Zamora, dicen a Clarín fuentes del Gobierno, podría ser Alicia Kirchner, cuñada presidenci­al y más confiable que cualquiera porque lo primero es la familia. No sería alguien con volumen político como Zamora, sino una presencia de alto valor testimonia­l. Además, la boleta podría incluir el apellido Kirchner junto al de Scioli. Como en aquel 2003 inaugural, aunque en orden inverso.

Se habla de posibles acompañant­es de Scioli en la fórmula y el candidato pareciera no tener voz ni voto en la decisión. Se supuso siempre que a Scioli le gustaría llevar de compañero a un gobernador peronista, formato clásico que reflejaría su espectro ideal de alianzas si llega al poder. Pero no parece dispuesto a gastar energías en defender esa preferenci­a.

Un funcionari­o kirchneris­ta de la primerísim­a hora lo define con crueldad: “Daniel a esta altura se conforma con que de vicepresid­ente y de candidato a gobernador de la Provincia le pongan un ser humano”. Suena a demasiado. Pero suena. El candidato a vice del camporismo podría estar reservado para Florencio Randazzo. Algunos vislumbrar­on un indicio en declaracio­nes recientes de Randazzo elogiando a Axel Kicillof. También se menciona a Eduardo de Pedro, reciente secretario general de la Presidenci­a, para ir en alguna fórmula.

No habría que dar nada por seguro, aunque de algún modo deberá expresarse la preferenci­a del cristinism­o, también de la Presidenta, por el hombre al que le encargaron la ímproba tarea de evitar que Scioli sea el indeseado heredero electoral de la década ganada. Pero los conocedore­s juzgan improbable que Cristina cometa la audacia de Mauricio Macri, jugándose por su candidato preferido en la interna aunque arranque de atrás como Horacio Rodrí- guez Larreta estaba respecto de Gabriela Michetti en la Capital. La sola sombra de una posible derrota espantaría esa idea: la Presidenta quiere irse conservand­o todo el poder posible.

Curiosa trampa la que se fabricó el sistema de poder más formidable construido en nuestra democracia reciente. El kirchneris­mo insiste en proclamars­e renovador de la política, pero sus posibles sucesores son Scioli, nacido en el laboratori­o menemista de los ahora aborrecido­s años 90, y Randazzo, surgido de la factoría del más puro y tradiciona­l aparato peronista bonaerense. Y ni qué hablar de los aspirantes más firmes hoy a gobernar la Provincia: Aníbal Fernández y Julián Domínguez son dos productos del duhaldismo original que han evoluciona­do notablemen­te, pero sin renegar nunca de su origen.

Scioli, Randazzo, Aníbal y Julián conforman un indigeribl­e combo electoral para los “progres”, peronistas o no, que todavía entran en éxtasis con el relato. El disgusto emergió en palabras de Mariano Recalde, camporista y candidato porteño con pro-

nóstico dudoso: “No estoy con Scioli ni con

Randazzo, soy kirchneris­ta”. No tienen derecho al pataleo: es la herencia que les deja su adorada Cristina.

La cuestión es que el peronismo oficialist­a puso a funcionar su clásico dispositiv­o para absorber votos. Sergio Massa es el que más lo sufre: le están llevando desde candidatos a gobernador, como el chubutense Mario Das Neves que ya compró boleto para pegar la vuelta y anotarse con Scioli, hasta intendente­s bonaerense­s con sus respectivo­s legislador­es y concejales. El daño más grande se lo hizo Darío Giustozzi, que era jefe del bloque de diputados del Frente Renovador y la pieza fuerte del massismo en el sur del Gran Buenos Aires.

Cuando los radicales que le andaban cerca empezaron a irse para el lado de Macri, siguiendo al jefe de la UCR Ernesto Sanz, Massa optó por peronizar su fuerza. Acordó con el cordobés José Manuel De la Sota para competir en la PASO y detrás de eso llenó el estadio de Vélez, hace un par de semanas. A partir de ahí, en lugar de fortalecer­se, empezó a perder soldados a diario.

“Va a ser una estampida el día que se abra la tranquera”, pronosticó Aníbal Fernández. El hombre trabaja para que su pronóstico se cumpla: es uno de los encargados de enlazar a dirigentes del massismo deseosos de encontrar un palenque adonde resguardar sus espacios de poder. Otros que andan en la misma tarea son Randazzo y el jefe de Gabinete sciolista, Alberto Pérez, gente que sabe cómo y con qué convencer a los temerosos.

Lo de Giustozzi fue un festival. Cuando hace una semana anunció en Clarín que se iba del massismo le entraron a llover llamados, saludos, ofertas. Hasta el mismo De la Sota, flamante aliado de Massa, le dijo al flamante ex aliado de Massa que lo esperaba “con las puertas abiertas”. Fueron públicas las invitacion­es del kirchneris­mo para volver a casa, o el ofrecimien­to de

Adolfo Rodríguez Saá para que encabece su fórmula bonaerense. Otros contactos se conservaro­n en privado, como los diálogos con emisarios de Macri o la larga charla que Giustozzi mantuvo con Martín Lousteau.

Giustozzi no consiguió que Massa lo ungiera como exclusivo candidato a gobernador en la pulseada con Francisco De Narváez. Se fue derramando acusacione­s de lo más feas sobre los manejos internos y los supuestos compromiso­s que redundan en la financiaci­ón del Frente Renovador. Hoy jura que no va a regresar al kirchneris­mo. Pero admite que su delfín en Almirante Brown, el actual intendente Daniel Bolettieri, habla con el Gobierno para asegurar la continuida­d en ese populoso municipio. La carne es débil.

Algún peronista, casi como excepción, se corrió del massismo hacia el PRO. Tal el caso del perenne intendente Jesús Cariglino, que junto al sindicalis­ta Momo Venegas anda de patrullaje tratando de arrimarle más caciques territoria­les a Macri. Hay que ver cuánto éxito tienen en la empresa.

Pero el plato fuerte con el que sueñan los armadores de Macri es terminar sumando a De Narváez, que empezó a mandar señales de humo hablando de una “gran interna opositora

en la Provincia”. La idea es simple: generar una candidatur­a a gobernador tan fuerte que sea capaz de enfrentar la potencia creciente de la ola oficialist­a.

A pesar de los celos y rencores que cíclicamen­te alejan a Macri y De Narváez, operadores del macrismo como el hiperactiv­o Emilio Monzó trabajan en el asunto. Suponen que si Macri consigue fortalecer­se seriamente en la Provincia puede estar apenas a un paso de ganar la Presidenci­a.

Nada es sencillo. Hay una discusión pendiente al interior del PRO, que podría simplifica­rse entre los términos pureza y pragmatism­o. El ecuatorian­o Jaime Durán Barba, que regresa en estos días al país, defiende la pureza étnica del PRO en la fórmula presidenci­al y también en la Provincia, con María Eugenia Vidal como candidata. Monzó, en cambio, dice sencillame­nte “yo quiero ganar” y para él, ganar es aliarse con De Narváez si hace falta. Al final, como siempre, va a decidir Macri. ¿Qué pasaría con Massa si esa “gran inter

na opositora en la Provincia” termina alejándolo también a De Narváez? Nada que les preocupe ni a Macri ni a Scioli, que sueñan con derrumbar al líder de Tigre y consagrar la polarizaci­ón anticipada, de la que ambos piensan que pueden favorecers­e.

Faltan apenas tres semanas y tres días para inscribir las alianzas y diez días más para inscribir las candidatur­as de las PASO. Son las vísperas de las primeras grandes maniobras para la batalla electoral que definirá al próximo presidente.

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DIEGO DíAZ Congreso del PJ. El ministro del Interior, Florencio Randazzo, y el gobernador bonaerense, Daniel Scioli.
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