La inflación no da respiro al billete de cien
Pagar el salario promedio de la economía implica, hoy, usar 11 veces más billetes de cien pesos que en 1992. La proporción escala a 25 veces en el caso de la jubilación mínima y a 49 en el del salario mínimo.
Los datos, provenientes de un trabajo hecho en el sistema financiero, revelan la notable pérdida de valor de los violetas, creados justamente en 1992. Pero la culpa no es del pobre papel de cien, que no tiene cómo defenderse, sino del acelera
do avance del proceso inflacionario. Así es, por más que le pongan las figuras de Evita y de las Madres de Plaza de Mayo en lugar de la de Julio A. Roca.
Pero aunque abarrote los cajeros y represente una pesada carga en los bolsillos que fastidia a la gente, ningún otro saldrá a disputarle el lugar. Al menos, hasta bien entrado 2016, cuando haya cumplido 24 años.
Es la propia Presidenta quien no quiere escuchar ni una palabra sobre la posibilidad de emitir papeles de 200 o 500 pesos, por un motivo que ha sido sepultado por la realidad misma: aún piensa que hacer otra cosa equivaldría reconocer la magnitud que estos años adquirió la inflación, como si alguien la ignorase.
Involucrada personalmente en la cuestión, Cristina Kirchner también bajó proyectos de cambios surgidos del propio oficialismo. Por un momento, hacia mediados de 2013, pareció que iba a colarse una iniciativa de la oposición: llegó al borde de ser tratada en Diputados, pero a último momento el kirchnerismo trabó todo.
Mucho más próxima, aunque reservada, a fines de abril una nota firmada por los titulares de las cámaras que representan a la banca privada y por el secretario general del sindicato le pidió al presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, que considerara la posibilidad de emitir papeles de mayor denominación.
“El problema que planteamos se origina, sencillamente, en la necesidad de tener que usar más billetes en todas y cada una de las operaciones que se realizan”, dice. Alude a la inseguridad que provoca transportar sumas que, así no sean importantes económicamente lo son por el volumen que ocupan. Y, también, al
tiempo que consumen las operaciones en los cajeros de supermercados, comercios, en el pago de impuestos y, desde luego, en los bancos.
Nada, al fin, que no sea archiconocido. Sin embargo, la carta todavía espera respuesta de Vanoli; difícilmente la habrá, porque una sola palabra podría provocarle un dolor de cabeza con la Casa Rosada.
Algunos ejemplos tomados del estudio hecho en el sistema financiero cuentan sobre cómo ha variado el monto de las extracciones en efectivo y, de seguido, la manera en que hoy pesan los movimientos en los bancos:
– En 2008, las extracciones superiores a 5.000 pesos representaban un 21% del total y en enero pasado, el 59%. Luego, en cinco años casi se triplicaron.
– Dentro de estos porcentajes, las de entre 10 y 20.000 pesos pasaron de una participación del 6% a otra del 16%. – En cambio, han caído a cerca de la ter
cera parte las extracciones de 2.000 pesos. – Entre febrero de 2008 y febrero pasado, el promedio de la plata sacada de las cajas pasó de 383 a 1.452 pesos, o sea, creció un 280%.
Y así como es obvio que el billete de cien pierde valor aceleradamente por efecto del proceso inflacionario, también lo es que emitir otros de doscientos o de quinientos le significaría al Estado ahorrarse mucho dinero. Aunque suena posible que otra razón explique el empecinamiento oficial: hacer lo que luce claramente aconsejable implicaría achicar los contratos con Ciccone Calcográfica, estatizada después de la escandalosa operación de Amado Boudou, y con la Casa de Moneda.
Sólo unos pocos ejemplos de una consultora que hace años sigue precios revelan qué se podía comprar con cien pesos en septiembre de 2004 y cuánto en marzo pasado, o sea, más de lo mismo. Para el pan francés la relación es de 42 kilos contra 4; en la leche, 73 litros contra 10 ; en el asado,
16,2 kilos versus 1,4, y para la cerveza, 53 litros contra 6.
Los contrastes son enormes. Y tal cual puede advertirse en la infografía que se publica en esta página, en todos los casos hay alimentos, y en la mayor parte, alimentos de primera necesidad. La lista ampliada
arroja que desde septiembre de 2004 el costo promedio de la canasta aumentó por arriba del 600%.
Eso es lo que hubo. Ahora el problema para el pobre peso y para los bolsillos de los consumidores es que, después de
desacelerarse durante algunos meses, los precios parecen haber retomado la senda ascendente.
La estadística del gobierno de la Ciudad canta que el índice de abril subió 2,4% respecto de marzo. Un porcentaje idéntico marca el indicador de una consultora muy reputada entre los economistas. Y otra ha empezado a calcular 30% para el año.
Como se esperaba, el INDEC manejado por Axel Kicillof mostró un número bastante menor: 1,1 por ciento. Para eso está, finalmente.
El Central ha resuelto hacer su aporte a este panorama, con una emisión monetaria que en abril creció casi 30%. Volvió, así, a la tarea de forzar la maquinita luego de darle un respiro evidentemente transitorio.
Ese respiro se llamó, en realidad, endeudamiento a todo trapo del Tesoro Nacional para sostener un gasto público que avanza al 39%. Fue decisión del ministro de Economía que en los primeros cuatro meses del año el Estado haya acumulado bonos a tasas carísimas por $ 15.000 millones: siempre vapuleados por el discurso oficial, los banqueros celebran la llegada de una nueva bicicleta financiera.
Algo de temor al efecto inflacionario de la emisión asoma en el vaivén de la movida, aunque Kicillof jamás admitirá que una cosa y la otra están relacionadas. Economistas también del palo heterodoxo opinan diferente, que en algún momento ambas variables se tocan y lo muestran con curvas del propio BCRA.
Claro que los manuales del ministro son a menudo flexibles, como lo prueba el intento de encorsetar los aumentos salariales que es lo más parecido a creer en la conexión entre salarios e inflación. Esta vez cayó la ficha de la receta ortodoxa.
Kicillof sostiene que el problema no está en la inflación y dice que los planteos sindicales deben ser dirigidos a los empresarios que se enriquecieron. Pregunta cantada: ¿cómo fue que se enriquecieron si no fue por el aumento de los precios o por cosas que sucedieron en la era K?
De vuelta al trajinado billete de cien pesos, datos del Banco Central cuentan que entre fines del 2000 y marzo pasado la cantidad de billetes subió 931% y la de los de cien, un impresionante 2.957%.
Cristina Kirchner podrá seguir plantada en su decisión de no sacar papeles de mayor valor y Vanoli, en evitar cualquier respuesta al pedido de las entidades financieras y del sindicato que lo comprometa. Pero nada altera la cuestión de fondo.
Si los violetas valen cada vez menos y sirven para comprar muchísimas cosas menos es por culpa de la inflación. Para ser más precisos, de una inflación que se empinó en los dos mandatos de la Presidenta.
Es el “todo tiene que ver con todo”.
Cristina no quiere escuchar ni una palabra sobre la posibilidad de emitir billetes de 200 o de 500 pesos. Desde el 2000, la cantidad de billetes de cien se incrementó nada menos que un 2.957%. Es la aceleración inflacionaria.