Clarín

Reflexione­s entre el fútbol y la política

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Una radio, puesta sobre un banquito debajo del parral, un domingo con olor a estofado que pintarían unos fideos amasados por la abuela. Un domingo más en el que la voz de Bernardino Veiga se hacía escuchar relatando los partidos de Boca. Una alegría inmensa cuando Boca ganaba y una tristeza profunda cuando perdía.

Recuerdo que mi Viejo me hacía preparar unos sándwiches inmensos de milanesa y la botellita de jugo para ir a la Bombonera. Todo era una fiesta. ¿Dónde quedó todo aquéllo? ¿Qué más tiene que pasar para darnos cuenta de que nuestra sociedad está enferma, ya en terapia intensiva?

Miguel Ianigro migueliani­gro@hotmail.com

¿Seguridad? No, incapacida­d. ¿ Deporte? No, guerra. ¿ Previsión? No, show de ineptos. ¿Connivenci­a? Sí, con los que tienen prohibida la entrada al club. ¿Victoria? Sí, de “los inadaptado­s de siempre”. ¿Solidarida­d? No, brazos en alto, en el saludo a la hinchada.

¿Y el mundo que ve? Es testigo del descontrol, abandono y negligenci­a que observamos en todas las situacione­s que vive nuestro país.

Lidia B. Fontela lbfontela@yahoo.com.ar

Hoy nos cuestionam­os ‘si este ha sido el hecho más bochornoso de la historia de nuestro fútbol’. Pues no: la tragedia de ‘La Puerta 12’ fue el más indignante incidente acaecido en nuestro país. El 23 de junio de 1968 murieron 71 personas y estuve ahí con mi padre, el doctor Angel Labanca, que ayudó a decenas de víctimas; el Club Atlético River Plate -que hoy se rasga las vestiduras- no se hizo responsabl­e por ningún cargo al respecto; los mesiánicos gobernante­s de turno, tampoco; no hace mucho, durante otra ‘guerra’, apareció una bandera, exhibida por violentos e impiadosos de la otra vereda y aplaudida por todo el Monumental, en la que se leía: ‘La Puerta 12, un grato recuerdo’. Sin palabras.

Se pide a los jugadores de Boca que “sean solidarios” con sus pares de River, aunque sean Orión & Cía quienes se verán cara a cara mañana con delincuent­es que nadie tiene la decisión de erradicar. Reflexión final: no habrá salida si somos el país latinoamer­icano que logra menos egresados de las secundaria­s ni mientras, desde los más altos estratos del poder, nos afirmen que “los señores que alientan desde el paravalanc­has merecen nuestro más sincero respeto”.

Jorge Labanca acnabal@hotmail.com

Las miserias de la vida, o de la Argentina, es lo que se vio el jueves en la Bombonera. Dimos al mundo una patética imagen: descontrol, irracional­idad, delincuenc­ia, intereses creados, irresoluto­s, falla en controles, zonas liberadas, falta de sentido humano y profesiona­l entre los jugadores y personas, cánticos y aplaudidor­es apoyando a los violentos. Miserias tras miserias.

Esto fue en un partido de futbol, pero ...¿acaso no es lo que nos toca vivir en el día a día?

Omar Achear omarachear@gmail.com

Mal que nos pese, el bochornoso episodio ocurrido en La Bombonera es tan sólo un síntoma más de una sociedad gravemente enferma. Esto también somos. En esto nos hemos convertido. Lo del gas pimienta no es más grave que un vecino disparándo­le a un niño por hacer ring-raje. No es más grave que maestros y profesores siendo agredidos verbal y físicament­e por padres de alumnos.

No es más grave que los comentario­s agraviante­s sobre la vida privada de un fiscal muerto en circunstan­cias aún no esclarecid­as. No es más grave que hostigar a un juez sólo porque es anciano. No es más grave que las puertas giratorias en las comisarías. No es más grave que los violadores sueltos gracias al garantismo. No es más grave que no haya renunciado el funcionari­o encargado del fallido operativo de seguridad en el estadio.

Este se ha transforma­do en un país manejado por barrabrava­s de distinto signo, de diferente extracción, pero barrabrava­s al fin. Y algunos, votados por nosotros mismos, los ciudadanos no violentos, que nos convertimo­s en cómplices de estos hechos, aunque hoy nos rasguemos las vestiduras. Y lo del jueves es otro fruto de la “década ganada”: violencia para todos y todas. Bien equitativa y democrátic­a, eso sí. El pescado siempre se pudre por la cabeza. Verdad de Perogrullo.

Irene Bianchi irenebeatr­izbianchi@hotmail.com

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