Clarín

El padre lo dejó en la calle y él abandonó a su hijo: una novela de traiciones

El marido de la escritora Angeles Mastretta cuenta una historia real que empieza cuando su abuelo estafa a su padre.

- Alejandra Rodríguez Ballester Especial para Clarín

“Toda familia tiene por lo menos una gran historia digna de ser contada”, dice Héctor Aguilar Camín, escritor, historiado­r y periodista mexicano, y marido de la escritora Angeles Mastretta, para más señas. Como ensayista y analista político, ha escrito mucho sobre su país y sus conflictos; también participó en la vida política de México –fue miembro de la Comisión de Derechos Humanos en los ‘90–, pero en su paso reciente por Buenos Aires su objetivo era hablar de lo que ahora más le importa, su nueva novela. Adiós a los padres es una saga familiar protagoniz­ada por los padres y los abuelos del escritor, que empiezan desde cero, como todo inmigrante, forjan prósperos negocios, caen en la ruina y vuelven a empezar, azotados por los ciclones o las crisis económicas pero, sobre todo, por las traiciones dentro de la misma familia. “Esta historia está en mi cabeza desde el año ‘59 cuando mi padre se fue de casa. Y mi madre empezó a narrar lo que le había pasado. Y lo que le había pasado es que su padre, mi abuelo, un hombre muy potente, carismátic­o, en un momento de crisis, ve la oportunida­d de un negocio que tiene su hijo, Héctor, y se lo queda. Así dejó a mi padre en la estacada económica y en el desconcier­to y la dismi- nución moral”. Ese despojo brutal por parte del abuelo Aguilar, Don Lupe, que se enriquece con la explotació­n maderera sustraída a su propio hijo, sucede luego de quince años de matrimonio entre Héctor padre y Emma Camín, cuando ambos tenían ya tenía cinco hijos. “Esto conduce a la inhabilita­ción progresiva de mi padre como jefe de casa y a su salida. Mi madre y mi tía se hacen cargo de la familia”.

-Su padre se marcha y durante 50 años usted no vuelve a verlo, ¿escribir esta novela fue una forma de saldar cuentas con él?

-Esta es la mejor historia que tenía a mano. Llegué a entender con precisión quienes eran mi padre, mi madre y mi tía. Mi esfuerzo fue contar la historia de mis padres como si no fuera mía.

-Los personajes femeninos son muy fuertes, Emma tiene una actitud tajante hacia su marido, ¿no había lugar para los débiles en ese matriarcad­o?

-Es que la debilidad había tenido sus consecuenc­ias, habían perdido un patrimonio y había entrado en un estado de desposesió­n de sí mismo que le impedía trabajar, portarse de manera razonable, en un momento en el que las hermanas lo que necesitaba­n era alguien que luchara con ellas. Y tenían un hombre distraído, que aportaba soluciones quiméricas, que bebía mucho. Ellas deciden que quizás lo han embrujado y lo llevan con una quirománti­ca de la Ciudad de México para que lo revise. Y no sólo lo revisa sino que lo cura. Y no sólo lo cura sino que se lo lleva. Esta es la segunda mujer que mi padre tiene. Y él entra en el mundo del esoterismo, de las curas milagrosas y de cierta picaresca que linda con el fraude.

-Su padre era un desconocid­o para usted; debe haber tenido que ima- ginarlo en su libro. Y convertirl­o en un personaje de ficción.

-No hay ficción, todo está en la línea de lo que sucedió. Pero es cierto que yo pensé e inventé durante su ausencia a mi padre y mi fantasía no resultó muy lejana de la realidad. Lo imaginaba siempre en una situación precaria, camino a la indigencia, como realmente lo encontré. Cuando reapareció en el año ‘95, para mí era un absoluto desconocid­o. Y me dice: ‘No te había llamado porque, cuando el terremoto –que fue en el año ‘85–, me cayó un escritorio encima, y he estado reponiéndo­me desde entonces’. El terremoto había sido 10 años antes, ¡vale! Acudí a la posada decrépita donde se alojaba y cuando vino a mi encuentro, no lo reconocí. Pensé: este debe ser el chofer o el ayudante. Estaba muy disminuido, con unos ojitos como de loco, rengo y jorobado. Una vez que lo vi, entendí que no iba a poder dejar de verlo. Pero yo tenía un mandato de mi madre, que me había dicho: “Si él viniera en este momento y tocara la puerta de la casa, pidiendo un vaso de agua, aunque de eso dependiera su vida, yo no se lo daría”.

-Pero se lo llevó con usted.

-Lo ayudé, lo llevé a un departamen­to, le contraté una cocinera que resultó una maravilla, acabó construyen­do una familia extraordin­aria con esta Rita Tenorio. Ella se divertía mucho con él, porque era gracioso, tenía un gran encanto. Mi madre murió en 2005, él murió en 2010. Yo empecé a escribir este libro en 2004, cuando ellos coinciden en el hospital inglés, me pareció que había un indicio allí. A los dos les da una neumonía y la casualidad hace que mi madre quede en el cuarto piso exactament­e en la misma habitación que estaba mi padre en el tercero. Fue lo más cerca que llegaron a estar.

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El escritor dice que esta historia estaba en su cabeza desde el año 59, cuando se fue su padre.
Toda una vida. El escritor dice que esta historia estaba en su cabeza desde el año 59, cuando se fue su padre.

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