Nacidos para ser distintos
“¿Quién es el mayor de los dos?”. Es la pregunta que un mellizo, indefectiblemente, más veces contestará en su vida. Mi respuesta siempre es la misma: “Yo, porque nací primero”. Pero la mayoría de las veces los “doctores” me refutan: “Ah, pero en realidad el mayor es el que nace después, porque se gestó primero”.
En mi familia somos melliceros: mis tías Ana María y Ana Lisa; mi hermano “Peto” y yo; y mis sobrinas danesas Mie y Katrine.
Hoy ya tenemos una veteranía incipiente, 44 años, aunque nos une el mismo sentimiento, un tanto diferente respecto al de nuestros otros cuatro hermanos.
Tuvimos el privilegio de que nuestra mamá no nos vistiera a los dos como un muñequito de torta. Cuando veo a mellizos con la ropa igualita, me digo: “tuvimos suerte”. Pero también es cierto que en nuestro caso somos muy distintos, en lo físico y en la personalidad.
En quinto grado, decidieron separarnos. “Peto” se fue a la Escuela 5. Yo me quedé en la 42, los dos en La Dulce. ¿El pecado? Uno de
los dos se copiaba del otro. Y en la época universitaria, volvimos a estar juntos, en La Plata. Yo salía todos los fines de semana. El prefería la tranquilidad. Hasta que lo “eché” porque no le gustaba estudiar. Hoy me lo agradece.