Clarín

El financista hizo negocios por un millón de dólares antes de desaparece­r

Investigan 3 operacione­s. Las nuevas pistas del caso lo vinculan a agentes de la ex SIDE, mesas de dinero y lavado de activos provenient­es del narcotráfi­co.

- Virginia Messi vmessi@clarin.com

Hace cuatro meses –la tarde del 9 de marzo pasado–, el financista Hugo Díaz (41) se esfumó sin dejar rastros. Su desaparici­ón dejó al descubiert­o una vida agitada, mezcla explosiva de negocios oscuros en la city, vínculos con barrabrava­s y amores derivados del trajín por la noche porteña. Hoy nada se sabe del paradero de Díaz, pero el análisis de sus últimos movimiento­s sorprende cada vez más a los investigad­ores. Agentes de la ex SIDE, mesas de dinero y lavado de activos provenient­es del narcotráfi­co son las nuevas puntas de un expediente caliente.

Una de las líneas más interesant­es se relaciona con una serie de operacione­s financiera­s –por casi un millón de dólares– realizadas por Díaz poco antes de su desaparici­ón, la cual, para gran parte de los investigad­ores, fue voluntaria. Esas operacione­s se concretaro­n el 26 de febrero, horas después de que la casa del financista, ubicada en la ciudad de Lanús, fuera baleada por desconocid­os que se movían en moto. Ese ataque –del que él, ante la Policía, dijo desconocer los motivos– ocurrió sobre la madrugada y, por la tarde, Díaz firmó tres documentos clave:

Cerró un boleto de compravent­a de un lote en el coqueto barrio privado La Herradura, en Pinamar. El terreno, propiedad de él y de su esposa, Natalia Puccar (con la que estaba separado sentimenta­lmente pero convivía), fue valuado en 1.053.000 pesos. De acuerdo a las constancia­s del expediente, Díaz y Puccar firmaron luego un poder irrevocabl­e de venta a favor del comprador. Lo hicieron el jueves 5 de marzo, apenas cuatro días antes de la desaparici­ón.

El 26 de febrero, el financista también le pidió a su mujer que firmara el 08 de un auto BMW que tenían en común y que posteriorm­ente fue transferid­o.

Esa misma tarde, en la misma escribanía se confeccion­ó un boleto de compravent­a por el cual Díaz aparece comprando una casa en uno de las zonas más exclusivas de Banfield, sobre la calle Alem al 1200, por un valor de 800.000 dólares. Esta propiedad, sin embargo, nunca se escrituró y hay sospechas de que la transacció­n no fue más que una maniobra para encubrir lavado de dinero.

Para analizar esta documentac­ión y toda la que se encontró en al oficina de Díaz en el Microcentr­o, la fiscal Estela Andrades le pidió colaboraci­ón a la Procuradur­ía de Criminalid­ad Económica y Lavado de Activos (Procelac) y a la División Cibercrime­n de la Policía Metropolit­ana.

Por lo pronto, hay un detalle que a todos le llama la atención: la persona a quien Díaz le vendió el terreno de Pinamar y le compró la casa de Banfield es la misma.

Se trata de un hombre de 47 años cuyo nombre aparece en el expediente en el cual el juez Norberto Oyarbide procesó a Mauricio Macri por un escándalo de escuchas ilegales. En esa causa declaró como testigo y su identidad fue aportada por la propia ex SIDE como integrante del Puesto de Control que la central de inteligenc­ia tiene en el aeropuerto de Ezeiza.

Este agente (que en esta nota solo se identifica­rá con su nombre de pila: “Mario Leonardo”) tenía una estrecha relación con Hugo Díaz previa a los contratos que firmó con él el 26 de febrero. De acuerdo a la investigac­ión de la fiscal Andrades, “Mario Leonardo” es el cuñado de otro personaje clave en el caso, Diego Xavier Guastini, quien fuera amigo, contador y la última persona en ver con vida a Díaz. Cuando éste desapareci­ó, Guastini fue llamado a declarar en la causa. Lo mismo ocurrió con su socio, Luciano Viale, hijo del espía Pedro “El Lauchón” Viale, asesinado a tiros por la Policía Bonaerense en su casa de Moreno, en julio de 2013 (ver Los vínculos...).

A traves del análisis de las cámaras del Microcentr­o, los investigad­ores determinar­on que la mañana del 9 de marzo Díaz había entrado a un edificio de la calle Florida al 500. Allí tienen sus oficinas Guastini y Viale. Al financista se lo ve entrar, pero no salir. La importanci­a de este dato quedó relativiza­da cuando se determinó que el lugar tiene un segundo acceso. Los investigad­ores creen que salió por allí. Salvo algún que otro mensajito de texto, nadie más lo vio a partir de ese momento.

Según Guastini, esa mañana él le dio a Díaz un cheque de $ 32.000 para que le cambiara. El dinero, dijo, era de un alquiler de un departamen­to suyo en Puerto Madero. A ese monto hay que sumarle US$ 50.000 que, según la novia de Díaz, éste llevaba encima la mañana del 9 de marzo.

Tanto Guastini como Viale sostuviero­n al declarar en la Justicia que su amigo Hugo tenía deudas y señalaron a barrabrava­s del club Boca Juniors. La pista contra La 12 fue una de las más fuertes al comienzo de la causa. Sin embargo, con el paso de los meses fue perdiendo peso.

Hoy la línea de trabajo que se sigue con más fuerza se relaciona con los oscuros negocios de las mesas de dinero de la City y su rol en el lavado de activos, principalm­ente de dólares del narcotráfi­co que estarían entrando al país. Y en este punto, Guastini tendría un rol central, al punto de que es investigad­o por la Justicia federal como líder de una banda dedicada al tráfico internacio­nal de dinero.

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Sin rastros. Hugo Díaz fue visto por última vez el 9 de marzo, cuando entró a un garaje en Lavalle y Florida.

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