Vidas íntimas
Los argentinos juntan fuerzas entre ellos antes de salir desde mañana a la búsqueda de las medallas.
¿Será cierto que se juntan, que se mezclan, que hacen grupo para matar las soledades de estar lejos de casa? ¿Será verdad que el inconsciente tiene una pulsión que los lleva a formar una coraza que los protege de los miedos previos al gran momento? Sobran preguntas y faltan respuestas, pero hay una certeza. En el edificio de Argentina todo es esperanza e igualdad. No hay divismos como en otros deportes como el fútbol hiperpro- fesional, por ejemplo. Entonces, en la villa de los atletas enclavada en el este de la ciudad, todos ellos abren las puertas de la intimidad a horas nomás del inicio oficial de los Juegos Panamericanos.
Argentina llega a Toronto 2015 con una delegación de 467 deportistas y una montaña de sueños. Y hay un grupito de elite que promete sacar buenos resultados. ¿En qué y cómo viven las horas previas algunos de los candidatos a las medalla? Paula Pareto, que se preparó en Japón (la cuna del judo) durante dos semanas en la Universidad de Budo de Kaatsura tuvo un año formidable con seis oros y el pasaporte casi asegurado a Río de Janeiro 2016 (está primera en el ranking olímpico). “Ya bajé las cargas porque no quiero llegar pasada de revoluciones”, confiesa. Federico Molinari, quien el martes había estado en cama con 40 grados de fiebre, cuida su físico. “Será difícil hacerle frente al brasileño Zanetti”, opina el finalista en anillas en Londres mientras extiende la cama de su habitación, esa que comparte con los nadadores de aguas abiertas.
Dentro de la villa todo funciona sobre rieles porque hay reglas que se respetan. “Si competís a las 5 de la mañana el resto no se puede quedar haciendo ruido hasta tarde; son cosas básicas que, quizá, cuando yo nadaba no se respetaban tanto”, opina Georgina Bardach, quien fue medallista de bronce en Atenas y ahora tiene otra labor: es oficial técnico de atletas junto a Nora Vega y a María Julia Garisoain. Entonces interrumpe el diálogo para armar los bolsos que los deportistas se llevarán a las competencias. Y luego los reúne en la terraza del edificio para brindarles charlas sobre doping.
Abunda la buena onda. Ayer llegaron Las Leonas y las más jó- venes ya saben que deberán largar un poco el celular porque hay multas que pueden costar varias cajas de chocolates. Pero más allá de cómo pasen el tiempo dentro del complejo, el foco está puesto en sus estrategias. Muchos le rezan al sorteo, como el judoca Emmanuel Lucenti porque en el Campeonato Panamericano llegó desgastado a las isntancias finales tras haberse topado con los representantes de Cuba y Canadá.
Varios apostaron por entrenarse en la altura. El equipo de natación, con Federico Grabich a la cabeza, realizó una exigente preparación en San Luis de Potosí (1.725 metros sobre el nivel del mar). Los de aguas abiertas, encabezados por Guillermo Bértola y Cecilia Biagioli, eligieron Cuenca (2.550 metros). Los remeros hicieron una concentración en Tafí del Valle ( 2.000 metros) y fueron de los primeros en llegar; están alojados en el co- legio Niagara, a 137 kilómetros de Toronto.
Otros que quedaron obligados a formar rancho aparte son los chicos de canotaje. Los 17 palistas, que se concentraron en Halifax, se entrenaron como pudieron. Los kayaks y las canoas que había comprado el Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo quedaron varados en Toronto. “Recién el miércoles pudimos probar por primera vez los botes en la pista de Welland; nuestros entrenadores tuvieron que poner plata de sus bolsillos para pagar el alquiler de otros kayaks porque, si no, no hubiésemos podido entrenar”, le revela Juan Cáceres a Clarín.
Todavía falta que llegue gente a la concentración: Los Leones, el boxeo, el taekwondo, el voleibol, el basquetbol, entre otros deportes. El jueves se producirá la gran oleada. Ahí la villa de los atletas estará a pleno.