Clarín

Cuando el límite es la muerte

- Oscar Paulucci Psicoanali­sta y espec. en psiquiatrí­a

La muerte impacta siempre porque marca el límite de la vida humana. Pero impacta todavía más cuando el ciclo natural se altera o pervierte, cuanto es efecto de un acto de violencia. Y, sabemos, la violencia siempre es gratuita.

Por eso la muerte de un joven es un shock por partida doble. Este es un tiempo de excesos, una modalidad de la cultura actual, de un imperativo de goce ilimitado, en el que el consumo de alcohol y otras sustancias está muy marcado. Entre otras actitudes, la bebida facilita la tensión agresiva en enfrentami­entos narcisista­s entre pares. También hay un exceso del cuerpo, de ponerlo a prueba. Por caso, el crossfit, una tipo de entrenamie­nto militar muy arraigado en la población joven.

¿Qué es lo que entra en juego? La lucha a muerte por puro prestigio donde predomina una lógica binaria: se trata él o yo. Esta instancia simbólica que no se registra es la que implica un límite entre los sujetos. Pensemos en las situacione­s de violencia que en la actualidad viven maestros y profesores dentro del aula. A veces las agresiones no vienen del lado de los alumnos sino de los padres. Ahí esta la falla, en saltearse ese tiempo necesario para establecer acuerdos.

Lo que evidencia una decandenci­a de la mediación simbólica como lugar de arbitrio, de pacificaci­ón. Por esa falla, la instancia simbólica está en cuestionam­iento y la furia narcisista desata fácilmente la agresión entre jóvenes y adultos. Una mirada, un roce, una pose o la arrogancia pueden ser actitudes capaces de disparar una enfrentami­ento: basta que uno incomode al otro. En esa lógica de “él o yo”, se juega la vida como en un partido de fútbol pero sin árbitros, es decir, sin límites. Como lo observamos a diario en nuestros consultori­os, cuando no hay límites, el único límite es la muerte.

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