Políticos y redes, todavía extraña pareja La interacción tanto de alcaldes como de alcaldías con la ciudadanía es menor al 10%. 9 de cada 10 mensajes no son respondidos.
La relación entre gobiernos y redes sociales es una realidad sin reverso, a juzgar por la alta penetración de redes en la gestión. El 97% de las grandes ciudades de América Latina tiene Facebook y un 80% de los alcaldes tienen cuenta de Twitter. Y lo usan
tendencias, reclamos, tonos y problemáticas.
Sin embargo, existe un comprobado desajuste de expectativas ciudadanas que se da a modo de puja de agenda. El tema más demandado por la ciudadanía es seguridad y el más usado por las alcaldías es cultura. Temas altamente sensibles versus temas blandos definen la batalla del intercambio de demanda y oferta. Estos datos surgen del “Perfil del Gobernauta latinoamericano”, un ambicioso estudio realizado por el BID en 61 áreas metropolitanas de más de un millón de habitantes en América Latina.
Se evidencian grandes desafíos para los gobiernos. El primero es que la edad de los alcaldes, generacionalmente hablando, no explica nada de los resultados. Sí importa aseverar que el promedio de edad de alcaldes es de 54 años, el del equipo general de comunicación 31 y el del equipo de redes digitales 27. Ahí está la clave, en los equipos que empiezan a ser gestionados por nativos digitales.
Se afirma que una de las características de la generación Z (la de esos nativos digitales) es que internet no es una plataforma para la comunicación, es más bien una plataforma para la acción. Y ese pareciera ser el rumbo que se avizora poco a poco.
En definitiva, un Gobernauta es el que entiende la gestión 360 dada por flujos comunicacionales multidireccionales; que reconoce que toda política es un acto comunicacional y la convergencia de medios, una necesidad; que avanza en instancias de gobierno abierto a través de nuevas acciones de fiscalización y rendición de cuentas; que asume instancias colaborativas participativas en las políticas públicas; que entiende la evolución de la complejidad a tiempo real y por ello va requiriendo una adaptación constante y colaborativa.