Tráfico con el ISIS, el negocio en alza en la frontera turco-siria
Ocurre pese al ataque lanzado por Turquía contra la banda terrorista. Ayer, Ankara bombardeó a los kurdos.
Algunos jóvenes que no tenían trabajo lo han encontrado en la localidad turca de Berlerbeyi, al sur del país, donde la presencia militar no impide toda una serie de lucrativos tráficos con los yihadistas, que controlan la frontera desde el lado sirio. Fatma Gull , de 70 años, lleva dos años presenciando con exasperación el incesante comercio de la zona. “Por entre 50 y 100 dólares te llevan al aeropuerto de Gaziantep en Kilis”, la capital provincial, asegura. “Y por unos 2.000 euros, te llevan junto al ISIS”, dice aludiendo a la banda terrorista ultraislámica.
Beylerbeyi, una localidad de apariencia pacífica de menos de 400 personas perdida en un escenario desértico, se encuentra solo a unos cientos de metros de Siria y de los combatientes yihadistas de la bandera negra, que campan a sus anchas en esa zona. Fue solo a unos kilómetros de allí donde los hombres del ISIS abrieron fuego el jueves pasado contra un puesto avanzado del ejército turco y mataron a uno de sus soldados, desencadenando una amplia respuesta del ejército turco.
Como muestra de las fuertes tensiones que agitan a Turquía desde hace una semana, un policía murió a balazos en Estambul ayer durante choques con manifestantes de extrema izquierda. En paralelo, y por segundo día consecutivo, Turquía prosiguió ayer su ofensiva militar contra los rebeldes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en la vecina Irak, que reivindicaron un ataque suicida en el que murieron dos soldados, sellando el fin de la tregua en vigor desde 2013. Ankara considera terroristas a los PKK y son ahora su enemigo central, junto con el ISIS, en la zona fronteriza con Siria e Irak.
La región de Berlerbeyi, muy pobre, se ha convertido en un foco de todo tipo de contrabandos, ya sean “drogas, productos de primera necesidad, armas o personas”, explica Fatma. Para quienes se niegan a participar, estos tráficos tienen consecuencias “dramáticas”, lamenta Fatma, evocando “amenazas, violaciones o violencias”, sin entrar en detalles. “Todo el pueblo se calla porque es difícil denunciar a quienes ayer no tenían dinero ni empleo y hoy se ganan su pan”, afirma.
Durante un tiempo, Fatma tuvo la esperanza de que la reciente llegada de un contingente de militares para vigilar la frontera pusiera fin a este “negocio” ilegal o, al menos, lo debilitara. Pero “los militares también cierran los ojos a los pasos de los contrabandistas”.
Desde hace meses, los aliados de Ankara denuncian la porosidad de los 900 kms de frontera turco–si- ria, el principal paso de los reclutados que se unen a las filas del ISIS en Siria. Muchos vecinos lo confirman. Desde que estalló la guerra siria, en 2011, miles de personas han atravesado ilegalmente la frontera. Fettah Kaya, de 59 años, afirma: “El único culpable de esta historia es el Estado. Ahora puede tener antos soldados como quiera en la frontera, que ya es tarde, el mal está hecho”, insiste. “Un día, –concluye– todo el mundo pagará el precio de estos tráficos”.