Clarín

Una enfermedad peligrosa que afecta a 3 de cada 10 adultos

El colesterol aumenta el riesgo de infarto y ACV. En Argentina, su incidencia es alta por los malos hábitos.

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El colesterol “LDL”, al que solemos llamar “malo”, no se ganó gratis ese apodo. El LDL es el que, acumulado en las arterias del cuerpo, forma placas que pueden obstruir el flujo de sangre al corazón, al cerebro y demás órganos. Por eso el colesterol elevado es, por lejos, el principal factor de riesgo para un infarto cardíaco y un accidente cerebrovas­cular (ACV). Todo esto ya se sabe hace tiempo. Sin embargo, en Argentina, por falta de políticas de prevención y por nuestros malos hábitos de alimentaci­ón y actividad física, 3 de cada 10 personas tienen el colesterol elevado.

Según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo de 2013, el 29,8% de la población mayor de 18 años tiene colesterol elevado. “Cuando nacemos, tenemos un colesterol menor a 100 miligramos por decilitro. En nuestro país, cuando llegamos a una edad madura, el promedio ronda los 208 miligramos por decilitro. El colesterol va subiendo con los años y eso se debe principalm­ente a una alimentaci­ón desmedida (fritos, grasas, snacks, facturas, medialunas) y a la vida sedentaria que llevamos”, explica el cardiólogo Ricardo Iglesias, ex presidente de la Sociedad Argentina de Cardiologí­a.

El panorama local es similar a lo que sucede en el resto de América Latina, pero no en los países con buenas políticas de prevención. “Los que lograron que la población redujera los niveles de colesterol malo tienen políticas fuertes: hacen hincapié en cambiar los hábitos de alimentaci­ón (comer al menos 5 raciones por día de verduras y frutas), en la detección (el colesterol elevado no duele, hay que sacarse sangre para detectarlo y poder tratarlo), y en la importanci­a de tener una vida más activa”, agrega.

Ricardo Rey, jefe de Prevención Cardiovasc­ular del ICBA, amplía: “Tenemos también el problema del ‘después’ del diagnóstic­o. Como sucede en muchas otras enfermedad­es crónicas, hay pacientes que, por miedo o desconocim­iento, toman las medicacion­es a medias o las abandonan y eso complica el tratamient­o”. Se refiere a que las estatinas tienen cierta “mala prensa” –muchos creen que inevitable­mente provocan fuertes dolores musculares – y que por eso las abandonan.

Ambos expertos resaltan la importanci­a de educar a los más grandes para que bajen la informació­n a los más chicos. “La alimentaci­ón saludable es un cambio que se produce en casa y se traduce en el colegio y nace de la madre, que es quien, por lo general, compra los alimentos. Todavía nos falta incorporar eso de que ‘somos lo que comemos”, cierra Rey. A eso debería sumarse un cambio de mirada: en vez de deporte de competenci­a, actividad física programada para que se haga hábito.

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