Clarín

Kicillof y el resfrío brasileño

- rkirschbau­m@clarin.com Ricardo Kirschbaum

El ministro Kicillof es a la economía lo que Aníbal Fernández es al amplio campo del resto de las disciplina­s humanas, pero con menos picardía y una dosis mayor de soberbia intelectua­l. Sus declaracio­nes no han alcanzado (todavía) la celebridad de “el que apueste al dólar, pierde” o aquella otra de “el que puso dólares, tendrá dólares”. Pero no hay que perder la esperanza.

En el último año Brasil, nuestro prin- cipal socio comercial, ha devaluado el real un 35 por ciento. Ayer, la cotización de la moneda brasileña llegó a su punto más bajo en doce años, o si se quiere, el dólar alcanzó su punto más alto desde 2003.

Kicillof dijo: “… lo que pasó en Brasil lo miramos, no con preocupaci­ón, pero sí con cuidado”, como si la diferencia semántica tranquiliz­ara.

El ministro practica el arte de patear la pelota para adelante. El país paga tasas buitre, las reservas son artefactos contables y como faltan dólares, importar para producir es una materia difícil de aprobar. Nada para preocupars­e demasiado, por lo menos hasta octubre. Después se verá.

La sostenida devaluació­n brasileña actual recuerda a la de 1998 y sus efectos aquí. Hay que mirarla con cuidado, pero mejor sería ocuparse: se está haciendo algo parecido a lo que se hizo entonces.

En 1998, existía el corset de la convertibi­lidad, los productos argentinos se encarecían en Brasil y los de ellos se abarataban

aquí. Como ahora, nadie en el Gobierno quería hablar de atraso cambiario y nadie quería mirar las economías regionales yén- dose a pique. En 1999 la oposición ganó con De la Rúa, que insistió: un peso, un dólar. Así terminó.

No tiene nada de académico ufanarse como lo hizo ayer Kicillof: “Estornuda Brasil ¿y yo me resfrío? No es así”.

Por no reconocer la realidad, el mene-

mismo ignoró aquella devaluació­n brasileña, que los argentinos celebraron yéndose

en masa a las playas del vecino.

Lo que preocupa es lo que se ve: la negación de la realidad económica, que lleva ya casi dos años de estancamie­nto. El ministro hace una pedagogía peligrosa. Dice que “cuando hay problema con los mercados externos lo mejor que se puede hacer es incentivar el mercado interno”.

Esa es una parte de la receta; la otra dice que una economía para producir necesita importar y mucho, como la nuestra. Brasil, acota, tiene muchas reservas. Pero, además, Brasil devalúa para exportar más e

importar menos. Pero menos en relación con sus mayores exportacio­nes. Eso es lo que hace. Kicillof cree que Argentina no estornu

dará nunca. O, al menos, desea que lo haga cuando él ya no sea el responsabl­e.

La devaluació­n brasileña y su impacto interno es un dato que Kicillof intenta minimizar pero es riesgoso ignorarla

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