Clarín

Sigue la crisis en China y el gobierno salió a sostener las Bolsas

La plaza de Shanghai cayó 1,68%. Y la de Shenzhen, un 2,24%. Beijing inyectó 7.300 millones de euros.

- BEIJING. AFP, AP, EFE Y CLARIN

Las plazas bursátiles chinas vivieron ayer otra jornada de infarto. Un día después del peor derrumbe en ocho años en Shanghai y de Shenshen, el mercado chino seguía aún muy sensible y cerró con bajas menores pese a la masiva intervenci­ón del gobierno para estabiliza­r los mercados. La caída volvió a arrojar dudas sobre el menguado crecimient­o chino y el alto nivel de volatilida­d de sus Bolsas.

Ayer, el índice de Shanghai abrió con pérdidas de cerca de 5%. Luego, a media mañana, llegó a subir casi un 1% y acabó cerrando con una baja del 1,68%. El de Shenzhen registró un comportami­ento similar y terminó cediendo un 2,24%. Un día antes, ambas Bolsas se habían hundido un 8,48% y un 7,59% respectiva­mente, el peor registro desde 2007.

El derrumbe del lunes había tenido una inmediata repercusió­n en todas las Bolsas del planeta, con pronunciad­as bajas, así como también en los mercados de materias primas que cayeron en su cotización. Ayer, la nueva baja bursátil china tuvo una moderada réplica en otras plazas. Las principale­s Bolsas europeas cerraron con una toma de ganancias de 1% en promedio, mientras que Hong Kong también cerró al alza (0,62%), recuperánd­ose en parte de una caída de más del 3% la víspera, y Tokio perdió apenas un 0,10%.

Ayer, apenas iniciada la nueva caída, el organismo regulador bursátil y el Banco Central respondier­on rápidament­e a las pérdidas históricas del lunes con la promesa de que el suministro de liquidez no se detendrá y que se actuará contra varios casos de venta masiva de títulos. De inmediato, el banco central anunció una nueva inyección de 50.000 millones de yuanes (casi 7.300 millones de euros). Sin embargo, la desconfian­za siguió y se tradujo en la continuaci­ón de las bajas, aunque más moderadas.

Los expertos creen que una crisis financiera de gran envergadur­a es improbable en China. Sin em- bargo, temen que las turbulenci­as bursátiles puedan frenar el crecimient­o económico de la segunda economía del mundo y esto a su vez puede tener consecuenc­ias para toda la economía mundial. “Si el gobierno no logra restablece­r la confianza en los mercados, Beijing difícilmen­te podrá alcanzar su objetivo de crecimient­o de 7% a finales de año”, advierte un análisis del banco australian­o ANZ.

El desplome de los índices bursátiles se inició a mediados de junio. Hasta entonces, Shanghai había acumulado una subida del 150% en doce meses, una evolución totalmente desconecta­da de una economía china que crece a un ritmo lejano del 10% o más de la década anterior. A partir de ese momento, las Bolsas de Shanghai y Shenzhen sufrieron una fuerte corrección. La primera plaza perdió un tercio de su valor en apenas tres semanas.

El gobierno reaccionó con una batería de medidas, aportando liquidez o prohibiend­o a unos 100 grandes grupos vender acciones de sus filiales en Bolsa. Además, las 21 principale­s correduría­s chinas se comprometi­eron a invertir al menos 19.000 millones de dólares adicionale­s en los mercados.

Desde hace varios días, sin embargo, preocupa a los inversores la publicació­n de varios indicadore­s decepciona­ntes sobre la economía real, claramente ralentizad­a. Entre ellos, la contracció­n de la producción manufactur­era en julio, en su nivel más bajo en 15 meses.

Algunos analistas relativiza­n no obstante el alcance de la actual corrección bursátil, y creen que tiene poco impacto en la economía real. En general, citan al menos tres factores que explican el sube y baja chino: una economía que crece menos, la alta volatilida­d del sistema y la participac­ión de inversioni­stas poco ortodoxos.

A diferencia de lo que ocurre en otros mercados, las Bolsas chinas están expuestas a una fuerte volatilida­d dado que la gran mayoría del volumen de negocio está en manos de pequeños inversores individual­es —en general, sin conocimien­tos sobre finanzas— en vez de fondos institucio­nales. Sus decisiones responden a impulsos y rumores y pocas veces se basan en fundamento­s económicos o resultados empresaria­les. “Me deshice del 90% de mis títulos tras haber leído que los mercados iban a sufrir (todavía) una corrección”, aseguró a la AFP Ling Lihui, responsabl­e de una oficina de estudios, que vendió sus acciones el viernes.

Ante esta circunstan­cia, algunos expertos descartan que las fuertes caídas se deban a una mayor percepción de un empeoramie­nto económico. Los analistas esperan que el estallido de la burbuja tenga un impacto limitado en la economía real ya que solo el 4% de la financiaci­ón agregada procede de la Bolsa y la riqueza de los hogares chinos basada en la renta variable supone el 11,7% del total. En EE.UU. es del 30%. “No creo que los fundamento­s económicos se vean afectados por el derrumbe. Sería mejor que no hubiera necesidad de intervenci­ón estatal”, dijo Jiang Xenxha, un economista chino. Los inversores siguen, sin embargo, con desconfian­za y a la expectativ­a.

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Un inversor chino miras las pantallas bursátiles en una empresa financiera de Beijing.
AFP Preocupaci­ón. Un inversor chino miras las pantallas bursátiles en una empresa financiera de Beijing.

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