A 70 años de Auschwitz, la culpa alemana
La relación diplomática entre Alemania e Israel, que cumple medio siglo, nació tras la aniquilación de los judíos europeos a manos de los nazis. Ha alcanzado gran solidez, pero la dilución del recuerdo del Holocausto entre los jóvenes alemanes, así como el declive de la reputación israelí, han puesto en duda el discurso oficial de los vínculos “especiales” entre ambos países.
David Ben-Gurion, padre fundador y arquitecto de la reconciliación de Israel con Alemania, fue un pragmático empedernido. Sabía que forjar una relación estrecha, que incluyera reparaciones como impulso a las capacidades israelíes, sería de gran importancia para garantizar la supervivencia del nuevo país. Por supuesto, las reparaciones (que se iniciaron en 1952) también sirvieron a los intereses de Alemania. La mejor manera de obtener reconocimiento internacional tras la Segunda Guerra Mundial fue expiar públicamente las atrocidades de los nazis y reconciliarse con la población judía mundial. A lo largo del último medio siglo la relación bilateral fue creciendo de manera formidable. Pero Alemania parece cada vez más incómoda con tener que apoyar a Israel incluso cuando sus políticas son reprobables. Setenta años después de la liberación de Auschwitz, ¿puede aguantar la relación bilateral la oleada de sentimiento antiisraelí que crece en Europa?
La historia no carece de ironías. La Alemania de posguerra sólo pudo recuperar legitimidad internacional a través de la reconciliación con el pueblo judío. Hoy la legitimidad de Israel se ve cuestionada por sus abusos hacia los palestinos.
Ha sido notable la inversión de los papeles. Tanto judíos como alemanes salieron de la Segunda Guerra Mundial como pueblos derrotados y dañados, gozando los primeros de una gran autoridad moral, mientras que los segundos carecían totalmente de ella. No obstante, en una encuesta de opinión mundial realizada en 2013 por el BBC World Service, Israel aparecía como uno de los países menos apreciados (por encima de Corea del Norte, Paquistán e Irán), mientras que Alemania era uno de los más populares. El mejor ejemplo de este giro es la aparición de comparaciones obscenas entre las políticas de Israel hacia los palestinos y el trato que los nazis dieron a los judíos. Un estudio de la Fundación Berteslmann en enero mostró que un 35% de los alemanes no sienten la menor incomodidad al hacer esa conexión. La encuesta también reveló que el 58% de los alemanes cree que el pasado se debe archivar en la historia y un 62% desaprueba las actuales políticas israelíes. Por supuesto, las ganas de Alemania de quitarse de encima la carga de la historia no son ninguna novedad. Ya en 1998 Martin Walser atacó la omnipresencia de Auschwitz en la cultura de la memoria alemana, declarando que el Holocausto se había convertido un “garrote moral” para mantenerlos “en un perpetuo estado de culpa”.
A medida que las políticas de Israel se vuelven cada más difíciles de defender, va creciendo la voluntad de Alemania de dar forma a una identidad nacional independiente de la culpa del Holocausto. La culpa histórica ya no sirve para hacer que Alemania apoye las políticas israelíes equivocadas, en especial cuando victimizan a los palestinos.