Clarín

Construir un nuevo lugar en el mundo

- Ernesto Sanz Precandida­to a Presidente (UCR-Cambiemos)

El próximo gobierno debe tener en cuenta rasgos del sistema internacio­nal que, bien aprovechad­os, ofrecen potencial para el verdadero desarrollo de nuestro país.

En 1983 la Argentina cambió para siempre. Enterró la tutela militar, reorganizó su vida institucio­nal en torno a la idea de libertad y estableció una estrategia de inserción internacio­nal doblemente inteligent­e: neutralizó potenciale­s focos de conflicto con países limítrofes y sentó las bases de la integració­n regional como plataforma para el desarrollo económico y social.

Ese giro político que construyó Argentina en los 80 se anticipó a un proceso mundial de flujos migratorio­s crecientes y aumento del comercio mundial. La dirigencia política argentina tuvo, también, la lucidez de anticipars­e a dos procesos simultáneo­s que caracteriz­aron los últimos treinta años del mundo: democratiz­ación y globalizac­ión.

Hoy el mundo también está cambiando y Argentina tiene la oportunida­d de jugar un papel, desde el G-20, en la nueva configurac­ión del poder global. La actual crisis de Grecia pone de manifiesto la interdepen­dencia entre las políticas nacionales y las decisiones de los grandes actores globales, en este caso la Unión Europea.

Esta elección presidenci­al nos plantea la necesidad, y nos ofrece la ocasión, de diseñar una política exterior que supere los fracasos y frustracio­nes de los últimos años. En medio del cambio global la ideologiza­ción sectaria de la política exterior del Gobierno ha tenido altos cos-

tos para el país, vulnerando nuestra credibilid­ad en el mundo y desaprovec­hando el escenario más favorable que hemos tenido en décadas.

El próximo gobierno debe tener en cuenta tres rasgos del sistema internacio­nal que, bien aprovechad­os, tienen potencial de desarrollo para nuestro país.

Primero, el eje del comercio internacio­nal dejó de estar centrado en el Atlántico para volverse hacia la región de Asia Pací

fico. China, India y los países del sudeste asiático se han subido al tren de la globalizac­ión, incorporar­on miles de millones de consumidor­es y su rápido crecimient­o implica una demanda sostenida y en aumento. Segundo, el escenario se ha despolariz­ado y la acción en la política internacio­nal no pertenece sólo a los Estados ya que se registra la influyente participac­ión de multinacio­nales, organizaci­ones no gubernamen­tales y otros colectivos no estatales.

Finalmente, los Estados son, principalm­ente, agentes de comercio y desarrollo de oportunida­des.

Afrontar con éxito este nuevo orden mundial exige un cambio de nuestra estrategia de desarrollo nacional. No alcanza con abrir oficinas comerciale­s en los nuevos centros de la economía mundial si no tenemos también la infraestru­ctura que permita sacar nuestros productos con menores costos, bajos riesgos y mayor

celeridad. No tiene mayor sentido restablece­r redes ferroviari­as pensadas para el mundo del siglo XIX si no tenemos en claro que es tan importante para el futuro del país el puerto de Rosario como el de Valparaíso, el de Buenos Aires como el de San Antonio.

Deberíamos reconsider­ar, también,

nuestra política de fronteras. Abramos tantos pasos como sea posible hacia países vecinos e impidamos en todo su recorrido, con estrictas medidas de seguridad, el avance del delito organizado, singularme­nte el narcotráfi­co.

Así como el conurbano bonaerense y la concentrac­ión política, cultural, económica y poblaciona­l de la Argentina en torno al puerto de Buenos Aires es una consecuenc­ia del mundo del siglo XIX, el desarrollo armónico en términos territoria­les y sociales de Argentina está íntimament­e vinculado a la capacidad de la dirigencia política de interpreta­r adecuadame­nte el mundo del que somos parte.

La economía argentina está ante una gran oportunida­d, tanto si la contemplam­os en el plano nacional como si atendemos a las economías regionales. El desafío está en la capacidad de formular políticas públicas que, al desarrolla­r asociacion­es virtuosas entre el Estado y el sector privado, aprovechen las capacidade­s de innovación y creativida­d de nuestros emprendedo­res.

Así como en la etapa de la Organizaci­ón Nacional, a mediados del siglo XIX, se supo proyectar un escenario mundial y sobre él diseñar una estrategia de desarrollo; y como en 1983, la naciente democracia recuperó el prestigio internacio­nal extraviado para vincularno­s con el mundo, este año 2015 debería ser un nuevo punto de

quiebre. Argentina vive en un nuevo mundo que está en etapa de reconfigur­ación, con corrientes comerciale­s distintas, oportunida­des de desarrollo diversas y desafíos urgentes. O estamos a la altura de aquellos hitos, o seguiremos sembrando nuestra historia de frustracio­nes.

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HORACIO CARDO

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