Clarín

Del banderazo a la aventura de entrar al estadio

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Ese puñado de 150 hinchas de River que sortearon las adversidad­es y pudieron cantar presente en el estadio de Tigres, fueron y serán unos privilegia­dos. El tiempo dirá si la entrada que pudieron conseguir será exhibida como un trofeo victorioso. No podían asistir los visitantes, es cierto, pero esos 150 pudieron entrar y sentarse en lo más alto de la tribuna Gol Sur. Y no disimularo­n su simpatía millonaria: cantaron, gritaron y no se reprimiero­n. A sus costados, varios policías los protegían.

Para los cronistas argentinos, es atípico ver cómo son las previas mexicanas de los partidos. Cuando los arqueros salieron a calentar, no hubo ni aplausos ni silbidos. En los parlantes sonaba AC-DC a todo volumen y la cerveza pasaba de mano en mano. Un partido de fútbol en México se parece a uno de NBA. Igual, la cancha estuvo repleta y la postal que presentó el estadio Universita­rio fue impactante.

Pero el aliento a River arrancó bien temprano, en la puerta del hotel donde se hospedó River. Hubo muchas historias de vida, como la de Víctor, quien nació en Canadá y explicó que se enamoró de River en 1982, cuando una tía que vivía en Bolivia le regaló un escudo con la banda roja y le dijo “hay dos cosas que tienes que odiar: a Margareth Tatcher y a Boca”. Unos metros más atrás de Víctor, unos pocos argentinos y unos cuantos mexicanos, guatemalte­cos y hasta israelíes, que llegaron hasta Monterrey para alentar a su equipo cómo sea, ensayaron un banderazo acaso para que los jugadores no se sientan tan visitantes.

“El que no salta, abandonó”, entonó un grupo ruidoso sobre el bulevar de la avenida Diego Rivera. No dejaron de desplegar y mostrar una bandera argentina y otra rojiblanca. “River es México”, rezaba el trapo. Y algo de certera tenía la frase, porque la mayoría de los simpatizan­tes millonario­s que llegaron hasta el hotel Quinta Real eran mexicanos. Tal es el caso de Andrés, quien se hizo millonario en 1998. “Soy del América, pero cuando vino a jugar ese partido con Saviola y Aimar, me encantaron. Y desde ese momento, no me pierdo un partido por televisión”, le contó a Clarín, con una gorra negra cubriendo su rostro y un bloqueador en la mano para evitar que lo parta el sol ardiente de Monterrey. Ellos pagaron 80 dólares una entrada en la reventa, más allá de que el costo original era tres veces menor.

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El puñado de fanáticos del equipo argentino, bien custodiado en el estadio Universita­rio.
JUAN FOGLIA Juntos. El puñado de fanáticos del equipo argentino, bien custodiado en el estadio Universita­rio.

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