Clarín

Un año sin el barón del conurbano que reinó en la AFA

- fdepalma@clarin.com

En realidad, ayer hizo un año de la muerte de Julio Grondona: fue el martes 29 de julio de 2014, a las 20.58, cuando pisó por última vez el edificio de Viamonte 1366. Ese día, en ese instante, bajó el par de escalones del acceso principal, se dirigió a su auto, se acomodó en el asiento del acompañant­e y partió antes de dejar pistas de que Gerardo Martino como DT de la Selección había sido su última decisión.

No se trata de desmentir la informació­n suministra­da por el Sanatorio Mitre, que dijo que falleció a las 12.51 del miércoles 30 de julio, sino de poner en contexto el pensamient­o del propio Grondona: “A mí no me saca nadie hasta que me muera”, había espetado alguna vez de sus últimos tiempos en la AFA, cuando se lo veía arrinconad­o más seguido, tirando manos y siempre evitando ser noqueado. Tenía muy claro su destino: sólo la muerte lo iba a desatornil­lar del despacho del tercer piso.

Y así ocurrió. Desde ese día cambió el orden del fútbol. Del argentino y del mundial. Acá, Grondona dejó un esperpento llamado campeonato de 30 equipos; a su hijo Humberto como técnico de la Selección Sub 20; clubes esclavizad­os por las deudas que la propia AFA alimentó; la irreal burbuja de la financiaci­ón estatal sin haber encontrado (en complicida­d con el kirchneris­mo) una alternativ­a privada de monetizaci­ón; una espiral sin salida para la violencia en el fútbol (el leonino proyecto del AFA Plus sigue aún trabado por los compromiso­s que había dejado la gente designada por Grondona antes de morir y está lejos de implementa­rse con un nuevo esquema) y ningún dirigente formado con capacidad para conducir la nueva AFA. “Murió Churchill. Murió un estadista”, soltó con escaso rigor histórico el periodista Ernesto Cherquis Bialo días después del fallecimie­nto de Grondona. Además de que Don Julio era incapaz de hablar en inglés, el portavoz no tuvo en cuenta algo que el propio Churchill dijo alguna vez: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generacion­es y no en las próximas elecciones”.

Grondona era político, pero más asociado a la matriz de los barones del conurbano. Personalis­ta, clientelis­ta, oscuro, siempre cortoplaci­sta. Dejó un vergel de negociados y una desértica lista de posibles sucesores. Su nombre no desapareci­ó de los medios porque el FBI lo vincula con el escándalo de corrupción en la Conme- bol y en la Concacaf y se investiga si fue uno de los dirigentes que cobró una coima de 110 millones de dólares. Su ausencia vació el ala política de la FIFA y Joseph Blatter tuvo que anunciar que se escapaba por la puerta trasera. Construyó el poder acá y allá bajo el mismo paradigma: votantes cautivos del clientelis­mo. La AFA y la FIFA repartían viajes y lujo para dirigentes de todos los estratos, y dinero en forma discrecion­al. Así se supo que el Departamen­to de Finanzas de la FIFA aprobó que se girara dinero de Marruecos a Trinidad y Tobago, un soborno para tratar de conseguir un voto para tener la sede del Mundial de 2010 a cambio de un supuesto subsidio para la construcci­ón de canchas en el país caribeño. Acá, mientras tanto, el descontrol es tan grande que la AFA debe diferir cheques por la falta de liquidez, mientras los clubes le deben más de mil millones de pesos, por esos resca- tes que la actual conducción mantiene como legado. Tan ridículo suena como que los clubes tienen una deuda de 200 millones con la AFIP; sí, con el Estado que lo financia con más de 1.500 millones de pesos anuales por Fútbol para Todos. Ese reparto en nombre de una pretendida igualdad es el que quieren mantener los hijos del grondonism­o de cara a las elecciones de octubre: son muchas los institucio­nes que están conectadas al respirador de la asistencia financiera de Viamonte.

Eso sí: todos, los que impulsan una renovación y los continuist­as, le rinden pleitesía. Ahí se unen Chiqui Tapia y Marcelo Tinelli, por citar a dos irreconcil­iables. Y no le cuentan las costillas. Si la Selección lleva diez años con un tal Lionel Messi y en ese lapso, sin el sostén de un proyecto serio, fue incapaz de ganar algo, tantas dotes de estadista no debe haber tenido quien, tras 35 años en la AFA, la dejó en estado crítico.

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