Clarín

“La sensación es que al final siempre ganan los narcos”

En el Oeste de Rosario

- ROSARIO. CORRESPONS­ALIA Andrés Actis rosario@clarin.com

Marta Maidana denunció a vecinos que venden droga en su barrio. Mataron a su nuera y balearon a su sobrino de 14 años. Le dijo a Clarín que nadie los protege.

Marta Maidana admite que tiene miedo. “Algún día me van a matar, lo sé”, dice, con una seguridad y naturalida­d que asusta. Esta madre y abuela rosarina decidió hace tiempo enfrentar a los narcos de su barrio, un humilde asentamien­to ubicado a la vera de una vía en el oeste de Rosario. Su denuncia dio paso a una feroz represalia. Primero, en una lluvia de balas que iba dirigida contra uno de sus hijos, mataron a su nuera e hirieron a su esposo. Días más tarde, se metieron con su sobrino de 14 años: le dispararon cuando salía de una verdulería. Se salvó de milagro.

El calvario de Marta, de 46 años, comenzó el día en que depositó tres cartas en los “Buzones de la vida”, un mecanismo de denuncia anónima impulsado por el Municipio de Rosario para que los vecinos identifiqu­en los puntos de venta de estupefaci­entes. La familia Luna, un histórico clan del barrio Vía Honda que vive de comerciali­zar droga –lo integran más de 15 personas–, se enteró de su movimiento.

Nadie sabe cómo. Pero la represalia no tardó en llegar.

Las amenazas dieron paso a los proyectile­s de plomo. El sábado 11 de julio, Marta y su familia –su esposo, sus cuatro hijos y sus seis nietos– decidieron juntarse a comer pescado frito en el galpón que el jefe de familia utiliza para sus trabajos de herrería. Cuando la mesa aún no estaba servida, apareció en escena uno de los Luna y se trenzó en una fuerte discusión con César, el hijo mayor de la mujer. El narcotrafi­cante se fue. Pero a los pocos minutos volvió acompañado y con un arma en su mano derecha.

César pudo escapar de la balacera que siguió. No así Patricia Obregón (27), la nuera de Marta. La joven estaba parada en la puerta del galpón: un disparo le dio en la cabeza. La chica agonizó varios días y murió en la cama de un hospital. Otro balazo perforó el muslo derecho del herrero. El hombre todavía sigue en reposo y sin poder trabajar.

El ensañamien­to con la familia Maidana continuó. El viernes 17 de julio, cuando el sol empezaba a caer, Brian (un sobrino de Marta, de 14 años) fue atacado cuando salía de una verdulería. Dos jóvenes –integrante­s de la banda narco, según denunció su tía– lo acorralaro­n y le dispararon desde cerca. El chico tuvo que ser internado con una herida en la ingle: la bala le rozó un testículo. “Le dispararon a una criatura, a esta gente no le importa nada”, maldice Marta.

El ataque a Brian indignó al resto de los vecinos, quienes esa misma noche quemaron y derribaron algunas de las casillas de los integrante­s de la banda narco. “Acá vendían droga, en este lugar la Policía vino y secuestró armas”, le explica la mujer a Clarín mientras se para frente al fotógrafo. “Ahora se fueron,

vuelven por las noches. A mí me siguen amenazando. Pero yo estoy jugada”, agrega, resignada.

Su gran temor es que le hagan algo a Nahuel, el menor de sus hijos. Tiene 12 años. “Quiero que se vaya de acá. Yo me voy a quedar. Yo ya di la cara, sé que corro peligro. Hago esto por mi familia. Van a venir contra mí. Soy el blanco porque los delaté”, relata con una angustia que le cierra la garganta.

Marta se reunió días atrás con el fiscal Adelmar Bianchini, a cargo de la causa que se abrió por el crimen de su nuera. El funcionari­o le confió que la banda está desde hace tiempo en la mira de la justicia. Y le prometió reforzar la seguridad de la zona para evitar más violencia. Sin embargo, muchos vecinos creen que los patrullero­s no van poder evitar las balas.

Por este presagio, cuatro familias del barrio ya abandonaro­n sus casas. “La gente se cansó, pero tiene miedo. Entonces se van. La sensación es que al final siempre ganan los narcos”, explica Marta. Siente que nadie los protege de ellos.

El año pasado, los gendarmes derribaron los búnkeres que el clan denunciado por Marta utilizaba para comerciali­zar la droga. A las semanas, estaban “vendiendo en la vía, a la vista de todos”, cuenta.

“Nosotros tenemos que estar encerrados y con la cabeza gacha porque si no te pegan un tiro. Por eso los denunciamo­s. Porque así no se puede vivir”, protesta. Marta reniega hasta de la “mala suerte” que tienen los habitantes de Vía Honda: “La gente que vende droga suele ser mala, pero cuida a los vecinos. Acá no pasa ni eso”.

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JUAN JOSE GARCIA
 ?? JUAN JOSE GARCIA ?? Desproteji­da. Marta Maidana, ayer, en el humilde asentamien­to de la zona Oeste de Rosario donde vive. “Me voy a quedar”, anticipa.
JUAN JOSE GARCIA Desproteji­da. Marta Maidana, ayer, en el humilde asentamien­to de la zona Oeste de Rosario donde vive. “Me voy a quedar”, anticipa.

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