Argerich y Barenboim, memorables
Martha Argerich y Daniel Barenboim, en un concierto memorable junto a la Orquesta West-Eastern Divan.
La genial pianista y el director brillaron con Beethoven y Chaikovski, en el Colón.
West-Eastern Divan
Director Daniel Barenboim Solista Martha Argerich (piano) Praograma Concierto para piano N° 2 de Beethoven, Sinfonía N° 4 en Fa menor de Chaikovski Sala Teatro Colón, miércoles 29.
No debe haber pianista con menos curiosidad que Martha Argerich en términos de repertorio. Siempre está rondando en los mismos autores y en las mismas obras: el año pasado fue Concierto N° 1 de Beethoven, este año es el N° 2.
Pero difícilmente haya alguien menos rutinario que ella. Pocas veces, como en su actuación del miércoles en el Colón con la Orquesta del Diván bajo la dirección de Daniel Barenboim, se puede escuchar a un pianista que parece, aún con el repertorio más clasicista, estar de cierto modo experimentando con el color del sonido, con los acentos, con la velocidad de la frase, espe- cialmente en las partes solistas. Es extraordinario ver cómo ella
rallenta un poco la frase y levanta la cabeza mirando a ningún lado, simplemente como si estuviera aguzando la atención sobre sí misma (aunque tal vez esté en la luna, ¿quién puede saberlo?). Todos los intérpretes se oyen a sí mismos, sin duda, pero ella da la impresión de escucharse más que otros. Lo hace sin fruncir el ceño, con su gracia infinita, como si todo fuera fruto de la casualidad. Cuando toma la cadencia del primer movimiento de Beethoven introduce un auténtico suspenso y lo sostiene hasta el final; es la misma cadencia que uno ha oído tantas veces, pero en ella se renueva por completo.
Cuando termina la magistral ejecución viene el turno de su conferencia secreta con Barenboim. Ella no deja de hablarle en medio del afectuoso abrazo, acaso con la in- quietud de que algo no haya estado tan bien o quién sabe qué. El parece envolverla en un halo protector. Dejan el escenario y vuelven a saludar, todo ello sin dejar de conversar animadamente.
Vuelven con partituras en la mano. Barenboim explica que no harán un bis, sino un homenaje; el homenaje se destina a Pía Sebastiani, la pianista y maestra de pianistas recientemente fallecida en Buenos Aires. Barenboim pide evitar los aplausos tras la ejecución, “así nos vamos con el pensamiento en Pía Sebastiani”. Los músicos ejecutan una bellísima versión a dos pianos del Bailecito de Guastavino. Al terminar, algunos despistados irrumpen con las ovaciones de rigor, pero Barenboim los neutraliza con un gesto fulminante. Misión cumplida: homenaje a Sebastiani y retirada en paz de Argerich, que dejará el escenario en el más amable de los silencios y sin la exigencia de nuevos bises. En la segunda mitad del programa la orquesta ofrece una versión superlativa de la Cuarta
sinfonía de Chaikovski, con un andantino exquisitamente cantado por las maderas y un sherzo-pizzicato de increíble graduación dinámica. Las ovaciones se retribuyen con el
Vals triste de Sibelius. Luego Barenboim nos reserva una última sorpresa: le cede la batuta a Lajav Shani, joven promesa israelí que ha venido con la Orquesta como una suerte de asistente, para una brillante ejecución de la Obertura
Ruslán y Ludmila de Glinka.