Clarín

Acá, hasta pude superar el invierno

Llegó hace 4 años y aún no logra acostumbra­rse al frío. Dice que la ciudad es “maravillos­a” por su constante movimiento.

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El 4 de julio del año 2011 atravesaba las puertas del aeropuerto internacio­nal “Simón Bolívar”, consciente de que no lo volvería a pisar en muchísimo tiempo. Con la mirada puesta en el armatoste que me llevaría hacia lo desconocid­o me despedía sin mucho sentimenta­lismo de mi familia y de todo lo que hacía parte de mi mundo.

El 5 de julio, día de la Independen­cia en Venezuela, yo pisaba suelo argentino sin saber que al salir de Ezeiza me estaba esperando mi primer invierno. El olor a no-sé-qué me recordó a cuando de niño salíamos de viaje con mi familia. Unos días antes de salir mi abuelo me regalo su “campera para el frío”. La campera hacía todo lo que podía pero el frío me llegaba hasta los huesos. El invierno es una de las cosas que aún no logro superar, aunque trato. Pasar de estar todo el año con remera a tener 3 capas de ropa encima cuando vas por la calle y sacártelas cuando entras a un lugar fue un gran cambio.

El verano me parece grandioso, es lo más cercano al clima de Venezuela aunque incluso se le va la mano a mitad de enero. Pero el clima histérico de Buenos Aires fue tan sólo el comienzo de las novedades para este caraqueño.

Buenos Aires es una de las ciudades con más teatro en el mundo. En realidad el movimiento artístico y cultural es masivo y realmente inspirador. Por cada puerta que se cierra hay al menos 3 que se abren.

La sociedad es muy distinta a la caraqueña. Su forma de decir las cosas es mucho más “seca” o “fría”, tal vez sea porque no tenemos invierno allá. Formas que incluso si no se miran desde la inocencia pueden parecer chocantes, pero que en el fondo quieren decir lo mismo.

Si, sé que es contradict­orio lo que digo, pero si hay algo en Buenos Aires es contradicc­ión. Hay un glamour europeo que baila cumbia, que toma fernet con coca. Un pai- saje arquitectó­nico clásico compartien­do vereda con el modernismo más descorazon­ado. Respuestas tajantes que te convidan un mate. Despechos que no paran de bailar. Saludos ausentes que te besan los cachetes y un orden y una planificac­ión que terminan en caos. Una ciudad maravillos­a en la que confluyen tantas personas como maneras de ver el mundo.

Opiniones, doctrinas, religiones, gustos, maneras, nada está a salvo y pocas cosas son unánimemen­te sagradas. Los patriotism­os, los egos y los prejuicios están gritando por todas partes, peleando contra todo. Defendiend­o una trinchera antigua y orgullosa. La misma trinchera que según la circunstan­cia es latinoamer­icana o machista o de algún color. Una trinchera que une en la ambición, en la miseria y la ignorancia y que es abandonada por los que prefieren ver más allá y ayudar a lo que no tiene cabeza y es natural.

Venirme ha sido una de las grandes decisiones que pude tomar en la vida y no la cambiaría si tuviese la oportunida­d. Al final las diferencia­s con la idiosincra­sia porteña me han hecho entender que lo diferente enriquece y le da “sabor” a cada día. Y que hay que fluir con los cambios. Que nada se mantiene sin modificaci­ón y lo que trata de hacerlo se pudre en el intento.

He pasado noches con hambre, frío, dificultad­es y experienci­as que muchos inmigrante­s, y no inmigrante­s, han vivido pero también he podido entender el significad­o de lo que llaman “familia escogida”, y es ese grupo de gente que sin tener ningún vínculo sanguíneo están en las buenas y en las malas. Y eso para mí era imposible. Una frase de un amigo: “Mi pana, Caracas es la ciudad donde lo imposible pasa varias veces al día”. Para mí, Buenos Aires es un puerto internacio­nal de sueños, en el que lo hermoso se junta con lo terrible y en donde todo es posible.

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DIEGO DIAZ Decisión. “No cambiaría la idea de venir si tuviese la oportunida­d”.

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