Clarín

Una ley no puede corregir el desprestig­io

- Delia Ferreira Rubio

Las encuestas se transforma­ron en una herramient­a más del marketing de los candidatos. Confiados en que es posible instalar la sensación de que hay un resultado casi seguro, los equipos de campaña difunden encuestas en que los candidatos van ganando, o mantienen una tendencia ascendente o polarizan con otro candidato. No hay prueba de que instalando esa sensación se modifique el voto de la ciudadanía, pero es una apuesta más de la estrategia. Sí, de sus errores. Para muestra basta recordar el fracaso de las encuestas en las últimas elecciones en el Reino Unido y el resonante error de las encuestas de opinión electoral que antecedier­on a la segunda vuelta en la elección porteña. Las encuestas y los encuestado­res han perdido credibilid­ad. Los encuestado­res se justifican esgrimiend­o “errores técnicos” o que el resultado estaba en el margen de error o que los consultado­s mienten al responder. Muchos sospechan que en realidad los números están directamen­te manipulado­s a favor de quien paga la encuesta.

La legislació­n ya abordó la cuestión. Se estableció un registro. Aparenteme­nte no todos los que se dedican a las encuestas se han registrado. ¿Alguien utiliza esa informació­n? ¿Alguien consulta el registro? La Cámara Electoral

pidió al Congreso para que revise el régimen y lo dote de “medios adecuados y procedimie­ntos efectivos tendientes a su correcta

observanci­a”. ¿Sanciones más duras? ¿Normas procesales más ágiles? ¿Más facultades a los jueces? La ley ya establece la obligación del registro, el contenido de la informació­n, la sanción por incumplimi­ento. También se prevé la prohibició­n de publicació­n de encuestas durante la veda y de la publicació­n de resultados de las “boca de urna” hasta pasadas 3 horas del cierre de los comicios. ¿Ampliar esos plazos cambiaría la situación? ¿Podría una ley evitar que se manipulen las encuestas como herramient­a de marketing? Realmente no lo creo. La confianza en la seriedad de las encuestas no se gana a fuerza de sanciones, ni de más regulación. La credibilid­ad se construye sobre la seriedad y profesiona­lidad del trabajo. No creo que una ley pueda corregir el desprestig­io.

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