Clarín

Vargas Llosa vuelve a la literatura infantil con una aventura medieval

Es una versión de “La Cruzada de los niños”, del francés Marcel Schwob, basada en hechos ocurridos en 1212.

- Julieta Roffo jroffo@clarin.com

“Vengo a ver si aparece el barco de los niños –dijo el señor, señalando el mar con una mano larga y delgadita, en la que se transparen­taban unas venas azules”. Fonchito se llama el chico que acaba de acercarse al viejito que mira el mar todas las mañanas y al que él ve desde su terraza, justo antes de tomar el colectivo que lo lleva a la escuela. Acaba de acercarse, junta fuerzas y le pregunta al viejito qué hace ahí, mirando tan fijo el mar, y entonces el viejito tira el primer anzuelo de su narración: entre la ilusión y la nostalgia, espera El barco de los niños. Así se llama el cuento infantil que publicó Mario Vargas Llosa en 2014 en España y en Perú y que acaba de echar ancla en las librerías argentinas.

No es el primer Fonchito creado por el Nobel de Literatura peruano: en 2010 publicó la historia de un primer amor, en la que un nene sólo conseguirá un beso de la nena que le gusta si logra (nada menos que) bajarle la luna. La llamó Fonchito y la luna. En su segunda incursión en la literatura infantil, Vargas Llosa se unió al proyecto Save the story, impulsado desde 2013 por el escritor italiano Alessandro Baricco (ver Versiones...) y se inspiró en La Cruzada de los niños, una obra que el autor francés Marcel Schwob publicó en 1896.

Inspirado en hechos reales que el boca a boca de los siglos fue atravesand­o con la leyenda, el libro de Schwob –y entonces el de Vargas Llosa– rememora la llamada Cruzada Infantil, ocurrida en 1212. Entre 20.000 y 30.000 niños y adolescent­es franceses “sintieron el llamado de Jesucristo” para recuperar de forma pacífica la ciudad de Jerusalén, en ese momento ocupada por musulmanes. Sólo unos dos mil llegaron a embarcarse hacia Egipto: la gran mayoría había desertado o muerto de hambre. De los siete barcos que zarparon desde Niza, dos naufragaro­n cerca de Cerdeña y los chicos que finalmente llegaron a Africa fueron vendidos como esclavos. En Argentina, Borges se ocupó de traducir no sólo La cruzada de los niños sino también Vidas imaginaria­s, otra obra de Schwob de 1896. Historia universal de la infamia, decía Borges, era una “copia rebajada” de ese libro.

En la versión de Vargas Llosa, que Alfaguara editó en Argentina con una tirada inicial de 8.000 ejemplares y que se consigue a 249 pesos, la Cruzada Infantil sirve más como punto de partida para la aventura que como la descripció­n minuciosa de una tragedia. El viejito, que fue niño viajero en uno de esos barcos, le ha ganado al paso del tiempo: según el siglo, se cruza con barcos piratas, es domador de leones en un circo, es maquinista en un transatlán­tico, vive en Brasil o atiende un hotel en Tailandia.

“Hoy te contaré el principio; si mi cuento no te aburre, podemos seguir mañana”, escribe Vargas Llosa en la voz del viejito. Cada vez que llega el colectivo para ir a la escuela –resuenan Las mil y una noches– el relato se interrumpe. Justo cuando la intriga obliga a pasar de página. Es que el texto del Nobel es, sobre todo, una invitación a dejarse endulzar el oído por un buen narrador.

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Narración. El truco del viejito es cortar la historia justo cuando intriga.
 ??  ?? Aventura náutica. El libro fue ilustrado por la polaca Zuzanna Celej.
Aventura náutica. El libro fue ilustrado por la polaca Zuzanna Celej.

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