El amor de un papá inmenso

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odos nos creemos modelos de padre. Decimos ser los más contenedores, los más generosos, los más compinches. Podemos llegar a admitir algún error pero, autoindulgentes, nos refugiamos en que “lo hice por tu bien”, un bien que sólo nosotros conocemos y que nos da carta blanca para decidir sobre la vida de los pibes como si viéramos el futuro. Pero existe un caso que nos enseña con qué amor, con qué pasión, con qué renunciamiento, se puede ejercer la paternidad. Es el de un gran ilustrador español, Miguel Gallardo, cuya hija María padece autismo.

Ha publicado dos libros en los que cuenta, en formato de comic, su propia experiencia como padre. Estos trabajos orientan en la manera de relacionarse con chicos que sufren trastornos de este tipo. Su historia llegó al cine con el documental “María y yo”, candidato al Goya 2011, que puede verse en YouTube o en el sitio web de RTVE. El amor de Gallardo por María es tan grande que todos los demás jugamos por el segundo puesto. Dibujar para ella modificó su propio trazo. Aprendió que las reacciones de su hija tienen un por qué y las acompaña con infinita ternura. Decodifica, además, las miradas de los otros con un nivel de comprensión que deja afuera el reproche.

Como escribe en su libro más reciente, “María cumple 20”, el futuro (el futuro de María sin sus padres) es una incógnita: “No hay ninguna luz al final del túnel”, admite. Pero la incertidumbre no lo desanima. Confía en que habrá amor para ella, el de amigos, vecinos, familiares, esa red de cariño que él mismo ayudó a conformar.