Clarín

La historia oculta detrás del doble parricidio

La víctima, cuyo cuerpo aún no apareció, criticaba así a su hijastro y pareja de su hija. Las peleas por dinero y la mala relación habrían sido el móvil del crimen.

- Victoria De Masi vdemasi@clarin.com

Sólo hallaron los restos de la mujer. A su marido lo siguen buscando. Se supo que tenía una pésima relación con el hijo de ella por cuestiones de dinero.

La noticia fue ésta: el sábado por la noche, en una allanamien­to de urgencia, la policía encontró repartidos en varios tachos una mata de cabello rubio y el torso descuartiz­ado e incinerado de una mujer que había sido denunciada junto a su pareja como desapareci­da. Los restos humanos estaban repartidos en tachos que habían colocado en una terraza dentro del terreno donde vivían las víctimas. Todo indica que los hijos de ambos fueron los autores de los crímenes. Su detención dejó al descubiert­o una trama familiar compleja, con reproches de ambos lados y una pista que siguen los investigad­ores: que el asesinato fue premeditad­o.

Ricardo Klein y Miryam Kowalczuk, la pareja que fue vista por última vez el 1° de septiembre, se conocieron hace doce años, una noche de baile en la disco Latino, ubicada sobre la Panamerica­na. Fue un flechazo: a ella, él le pareció un hombre imponente, de mucho carácter; él quedó embelesado con esa chaqueña coqueta que trabajaba como empleada doméstica en un country. En ese momento, ambos estaban separados de sus parejas. Al año, Klein se mudó a la casa que la mujer compartía con su hijo, Leandro Acosta. Karen, la hija de Klein, se sumó a la familia hace cuatro años, luego de la muerte de su madre. Cada vez que podía le reprochaba a su papá que su mamá había muerto porque él la había abandonado. Y Leandro tenía celos de Ricardo: para el joven, ese hombre que le exigía salir a trabajar a pesar de su discapacid­ad llegó para quedarse con todo.

Leandro y Karen, hijos de las víctimas, se habían puesto de novios y aunque relación estaba aprobada, Klein pensaba que el joven era un vago. “Estoy harto de que no pongas un mango en la casa”, eran comentario­s permanente­s de parte de su padrastro. Lo concreto es que Leandro, de 25 años, estaba limitado para conseguir empleo. Sufría un problema intestinal por el que le habían practicado una ostomía (conocido como ano contra natu-- ra) y cobraba una pensión. Klein le reclamaba que no aportara dinero a la casa.

Karen, de 22 años, vivió con su mamá hasta que ésta murió por una falla renal. Su padre le ofreció instalarse con su nueva familia, que ya se había agrandado: ahora tenía dos hermanos mellizos de once años. Al tiempo, la chica y el hijo de Kowalczuk, se pusieron de novios. “Mamá murió por tu culpa”, era el reproche de la hija. Al menos así lo recuerda Horacio Klein, uno de los hermanos de la víctima: “Mi hermano era muy jodido, muy mal llevado. Pero el chico, Leandro, se iba de boca. Siempre había alguna discusión de plata”.

Pero el dinero, en esa familia, no faltaba. Klein se dedicaba a la albañilerí­a y cuando se instaló en el terreno de la mujer –un rectángulo profundo sobre Sarratea 2726, en Del Viso, partido de Pilar– lo primero que hizo fue edificar adelante. Levantó un departamen­to que puso en alquiler y preparó la loza para construir encima una vivienda para su hija y su yerno–hijastro. El hombre tenía, además, otra casa por la que cobraba una renta. Después cambió de rubro. Acordó con algunos hipermerca­dos y almacenes chinos de la zona para que le guardaron los cartones de las cajas en las que les llegaba la mercadería para revenderlo­s. También comerciaba el cobre que extraía de viejos motores de bordeadora­s. El descarte y la basura se acumulaban en el patio, junto al palenque del que ataban a los seis perros. La quema y el humo eran habituales.

“Vivían como crotos pero eran laburantes”, dijo a Clarín una fuente policial que participó del allanamien­to y agregó: “Cuando fue detenido, el chico decía que no tenía nada que ver, que su madre y el padrastro se habían ido a un spa. La chica no se resistió”. Para Raúl, otro hermano de Klein, el asesinato estaba planeado. “Esto viene premeditad­o desde hace años. No creo que haya sido por un tema de dinero sino en la mala relación que tenía Leandro con mi hermano”, dijo. De la casa la policía se llevó varias cosas: 8 mil dólares, dos armas, tres hachas, un machete.

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MARCELO CARROLL Bajo custodia. La Policía Científica hizo ayer un peritaje en la casa de la calle Sarratea.

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