Clarín

Vaya tirando la Cadena, Presidenta esidenta

La pregunta del millón es: ¿Por qué no se ocupó personalme­nte de la estrategia electoral y la política del oficialism­o, Presidenta?

- Alejandro Borensztei­n

Buen día Presidenta. ¿Durmió bien? ¿Desayunó rico? ¿Tiene Ibuprofeno a mano? Disculpe que me meta en asuntos tan personales, pero hoy puede tener un dolor de cabeza importante. Gane quien gane, será inexorable­mente un día muy duro para usted.

O tal vez no sea para tanto. Quizá usted se viene preparando para este día desde hace tiempo y ya se mentalizó. Pero aún así, todavía falta lo peor: el 10 de diciembre. Qué difícil, ¿no? Cae jueves. Estamos a tiempo de declarar un feriado puente. Por ejemplo, podríamos decretar Día Nacional de las Reservas Cero, usted se raja al sur y que al nuevo presidente la banda se la ponga un granadero. Al fin y al cabo, usted se hizo poner la banda por su hija. Después de eso, vale todo.

Pensándolo bien, no es mala la idea de festejar el Día Nacional del Banco Central. Podemos hacer un cocktail de despedida adentro del tesoro. Por los pocos dólares que quedan, le entran 500 invitados cómodos. Y les damos un bandejeo de arrolladit­os primavera, envueltos con los yuanes que sobraron y no sirven para nada.

La cuestión es que finalmente usted no está en el balotaje. Pasamos del “vamos por todo”, al “y buéh, metámosle de prepo a Zannini y después vemos si salvamos la ropa”.

¿Cómo fue que llegamos a esta situación? Después del 54% en 2011, la mano venía bárbara. ¿Se acuerda Presidenta? Para el año 2012, la oposición estaba destruida y al gorilaje sólo le quedaban las cacerolas. Fuimos por el 7D y la reforma judicial (dos cosas que anduvieron fenómeno) y finalmente arrancamos el 2013 aprobando el histórico Memorándum con Irán, que tantas satisfacci­ones nos dio y nos va a seguir dando, si Dios quiere. Un memorable acuerdo entre nosotros y los tipos que hicieron el atentado para atrapar a los tipos que hicieron el atentado. Todavía no entiendo cómo no le dieron el Premio Nobel de la Paz a Timerman.

Pero en el mejor momento se nos cruzó Francisco y ese poder absoluto que teníamos, con el que planeábamo­s hacer tantas cosas lindas, de repente chocó contra un argentino más poderoso que usted, dispuesto a impedir que se haga cualquier cosa en el patio de su casa.

Meses después, felices por la elección de Bergoglio, pusimos toda la carne en el asador y perdimos las elecciones legislativ­as. Chau Reforma de la Constituci­ón y adiós al sueño de la reelección indefinida. El Compañero Massa nos había escupido el asado. Estos peronistas cuando quieren son tremendos.

Luego algo pasó y usted delegó el control de la estrategia electoral oficialist­a. Alguien, vaya uno a saber quién, puso a Recalde como candidato a jefe de Gobierno en la Ciudad y el tipo se mandó la peor elección en la historia del peronismo porteño.

Para colmo se la pasaron diciendo que Lousteau y Larreta eran lo mismo y en el ballotage sugirieron votar en blanco. Increíble. Hubieran votado por

Lousteau, le hacían un desastre al Compañero Mauri y hoy estaríamos en otro escenario ¿Quién habrá sido

el cráneo?

Cuando llegaron las PASO nacionales, alguien lo bajó a Randazzo de la carrera presidenci­al y decidió que el tipo tenía que ir de candidato a gobernador, sin preguntarl­e previament­e si quería o no. Se ve que con esto de que los celulares no andan bien, ustedes no se consultan. Se dan órdenes y se obedecen sin chistar porque como no se escucha bien y se les corta, no pueden intercambi­ar ideas.

Ante esta nueva situación, alguien pensó una idea genial: “Lo enchufamos a Zannini de vice, lo ponemos a Aníbal en la provincia, metemos a Kicillof y a Wado en el Congreso y de ese modo lo tenemos al Compañero Lancha agarrado de las cornamusas”. El plan era perfecto

salvo por un pequeño detalle: primero la gente tenía

que votarlos.

Al final, cualquier otra opción en la Provincia de Buenos Aires hubiera sido mejor. Domínguez, Bossio, Berni, hasta con mi Tía Jieshke de candidata a gobernador­a hubieran sacado más votos y tal vez hoy la historia sería muy distinta.

Después vino lo que todos sabemos. Cadenas Nacionales, ninguneo al candidato, sabotajes, etc, etc.

La pregunta del millón es: ¿Por qué no se ocupó usted personalme­nte de la estrategia electoral y la política del oficialism­o, Presidenta? ¿Quién estuvo a cargo de todo esto? ¿No habrá sido el mismo inútil que le impuso a Boudou de Vice, no?

En cualquier caso, hasta acá llegamos. Tal vez le queda alguna Cadena Nacional más, y algún evento para celebrar la década ganada que termina hoy. Llena de logros no reconocido­s porque en general, los gobiernos autoritari­os no son recordados por sus autopistas, ni por sus represas hidroeléct­ricas, ni por sus logros económicos, ni por ninguna de las cosas buenas (tampoco hay muchas que digamos). Más bien suelen recordarse por sus excesos despóticos, sus atropellos institucio­nales y su mala praxis. Así de ingrata es la historia política.

Nadie podrá decirme que esto lo escribo porque se van, ya que lo vengo escribiend­o desde hace años. Aunque reconozco que la cosa empezó simpática y terminó patética. Pasamos del “vengo por el mejora

miento institucio­nal” de 2007, a este “metamos militantes en todos los poderes, rapidito que nos vamos” en el

2015. En el medio, ocho años (o doce) de prepotenci­a conservado­ra disfrazada de épica progresist­a.

Segurament­e nadie se ha dado cuenta de que ésta es la primera vez en el año que le hablo a usted, Señora Presidenta, siendo que lo hice habitualme­nte en los años anteriores. Y tal vez nadie se avivó de que ya no le digo “Compañera Jefa”. Desde hace mucho tiempo. Más precisamen­te desde que apareció muerto Alberto Nisman. Ahí terminó el tono de comedia. La coartada de que el único perjudicad­o era el Gobierno se cayó a los pocos meses, como todos vimos. Y los agravios a su memoria y a su familia nunca pararon. “No tengo prue

bas, pero no tengo dudas”. Lo dijo usted. Fin. Y a usted amigo lector, ¿qué carajo le pasa? ¿Todavía no lo puede creer? ¡¡Se fueron!! Ok?? Gane Scioli o gane Macri, ya está. Terminó. ¿¿Cuántas veces se lo tengo que decir?? No rompa más las pelotas!!

Ahora agarre su DNI, vaya a votar, cómprese un buen vino y vuelva a su casa cantando el tangazo de Cobián y Cadícamo, sobre todo la parte que dice: “Hoy vas a entrar en mi pasado y hoy nuevas sendas tomaremos... ¡Qué grande ha sido nuestro amor!... Y, sin embargo, ¡ay!, mirá lo que quedó”.

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