Historias de vida
Los hermanos Viacava. Matías y Gonzalo, de 21 y 16 años, tienen síndrome de Down, y junto a Santiago, el hermano del medio, son estrellas deportivas.
Los Viacava: en el rugby, en pie de igualdad, por Alejandro Czerwacki
Crecieron como en cualquier familia, entre peleas y abrazos, discusiones y risas, nada distinto a la de tantos otros hogares. Matías y Gonzalo Viacava, de 21 y 16 años, tienen síndrome de down, y Santiago, el hermano del medio, con 20, interactuó con ellos sin buscar una relación distinta, un contacto diferente. Como un ejemplo de integración,
desde hace algunos años los tres practican rugby porque un club confió en que no había razones para hacer diferencias y una familia apostó a la unión e igualdad. Pese a tratarse de un deporte de más roce físico y que hay muy pocos antecedentes de chicos con discapacidades diferentes practicándolo de manera inclusiva, lo de ellos es una realidad. Después de la insistencia de Santi y la propuesta de un entrenador de un club, Mati y Gonza, que hasta ese momento jugaban pero en el colegio, tuvieron su oportunidad en CUBA (Club Universitario de Buenos Aires) que les abrió las puertas.
Hoy los tres hermanos Viacava viven este deporte con pasión, comparten amigos y sus vidas cambiaron por completo. Hasta sus padres, nada cercanos al mundo de la ovalada, acomodaron felices sus agendas para estar cerca de los tres. Mientras Santiago juega de “apertura” en la categoría Intermedia, Matías y Gonzalo hacen de “pilares” en las de menores de 19 y de 13 años respectivamente. Desde que ellos ingresaron, dicen los testigos, no hay chances de que algún jugador ponga cualquier excusa para no ir a un entrenamiento: si ellos se esfuerzan y pueden, los demás no deben faltar al compromiso. Además, contagian una alegría, que hasta revierte estados de ánimos alterados o bajones, cuando los re-
sultados de un partido no son los esperados. “Ven la sonrisa de los dos en el vestuario y se les pasa la bronca” –explica la mamá, Mausi Nicholson. Y sigue: “son el motor para muchos chicos y les hicieron ver a sus compañeros qué cosas son importantes. Pero también, aunque nadie les regala
nada y eso está bueno, a ellos también les cuesta, más que a los demás. Saben perfectamente que tienen capacidades diferentes, son totalmente conscientes de eso. En nuestra casa se habla con naturalidad del tema”. Mausi y su marido forman parte de la organización Down is up, donde padres con hijos con síndrome de Down comparten ideas y se ayudan juntos a superar dificultades. Una de las actividades que realizan es apoyar a cada nueva familia que comienza a caminar la nueva realidad y se ocupan de darles contención.
Mati y Gonza hablan a su manera, cada uno con su personalidad y temperamento, signados por aquello que los hace distintos. Sonrientes los dos, contagian amor y libertad. Matías es el más desenvuelto y según dicen en la familia, es muy decidido y tiene mucha garra. Gonzalo, en cambio, habla menos y ahora su mirada se pierde vaya saber en qué universo, pero es decididamente muy seductor. Durante un tiempo los dos fueron a un colegio integrado y luego a uno para capacidades diferentes y ahora cursan un taller laboral llamado CFI (Centro de Formación Integral del adolescente con discapacidad). Mati ya está pensando en cursar una carrera universitaria, como sus amigos del club, en alguna fundación donde haya programas adaptados. Santiago, el del medio, quizás el más sensible, estudia psicología y cuenta que en realidad, en su casa, él es el “diferente” de los tres hermanos. “Cada vez están más incluidos en la sociedad y en el rugby –asegura. Los entrenadores ya no hacen diferencias por su discapacidad pero obviamente al comienzo no fue fácil. Mis hermanos demuestran día a día lo que pueden hacer los chicos con discapacidad. Los padres tienen que animarse a soltar a los hijos y que no sólo vivan la realidad con pares. Me gusta que se suelten, así cuando sean grandes no tienen tanta dependencia”. En esto de crecer y crecer, los hermanos llegaron tan alto que hace apenas unos meses participaron en el Campeonato Mundial de Rugby en Bradford, Inglaterra. Matías fue invitado a participar ( junto con otros dos chicos de iguales capacidades del país) y Santiago fue en condición de “facilitador” dado que en cada equipo había jugadores experimentados para colaborar. “No es fácil todo este logro porque no está muy avanzada la educación en los colegios comunes, más que nada por desconocimiento” –reconoce Mausi. “La gente termina poniéndolos en escuelas especiales cuando en el fondo podrían estar integrados. En los clubes debería haber más chicos como ellos. Sólo se necesita que abran el corazón para recibirlos”. Rodeada de sus hijos, los observa con atención uno a uno y sigue reflexionando sobre el futuro: “Todo esto demandó mucho de nosotros, así que hay que sembrar hoy y lo de mañana se dará por añadidura”. Motivadores silenciosos, los Viacava juegan y construyen una historia admirable.
Sus padres acomodaron felices sus agendas para estar cerca de los tres