Clarín

Felipe de la Balze

- Felipe de la Balze Economista y negociador internacio­nal

La Argentina desaprovec­hó oportunida­des en la última década. Para revertir el rumbo, se debe definir un proyecto nacional coherente y realista, sobre todo en las exportacio­nes.

Por primera vez desde fines de la Segunda Guerra Mundial el contexto económico y político internacio­nal es favorable para nuestro país. Un grupo heterogéne­o de países en desarrollo pretende alcanzar los niveles de vida de los países más ricos y avanzados. Millones de personas -sobre todo en Asia- salen de la pobreza y se incorporan productiva­mente a la economía mundial. Esto genera un significat­ivo incremento en la demanda de productos que la Argentina puede producir competitiv­amente.

Durante la última década desaprovec­hamos la oportunida­d. El país se recuperó velozmente de la crisis del 2001/2002 y se creó un horizonte de progreso basado en la expansión del consumo. Pero el cierre de la economía y un creciente intervenci­onismo estatal malograron los resultados.

El crecimient­o del consumo no pudo sostenerse porque cayó la inversión, el aislamient­o internacio­nal distorsion­ó el funcionami­ento de la economía y el intervenci­onismo estatal -sin un plan de largo plazo- redujo la producción, retrajo la economía privada y debilitó el marco institucio­nal. Finalmente, los desajustes económicos se profundiza­ron: creció la inflación, se desequilib­raron las cuentas públicas, se interrumpi­ó la generación de empleos productivo­s y avanzó la pobreza.

Pero la Argentina enfrenta la posibilida­d de construir una sociedad moderna y una economía diversific­ada y balanceada. Para aprovechar la oportunida­d necesitamo­s definir un proyecto nacional coherente y realista.

Esencialme­nte, se trata de un ambicioso plan exportador -que abra las puertas a un crecimient­o dinámico-, una gestión macroeconó­mica responsabl­e -que viabilice su continuida­d en el tiempo- y un desarrollo balanceado que –a través de la modernizac­ión del parque industrial existente y de la promoción de la pequeña empresa- genere empleo y le dé sustento social y político al proyecto.

Nuestras exportacio­nes están demasiado concentrad­as en pocos productos, pocos mercados y pocas firmas exportador­as. Necesitamo­s abocarnos urgentemen­te a diversific­ar y agregarle valor a nuestro patrón exportador. Para diversific­ar la estructura de nuestro comercio exterior tenemos que eliminar las numerosas restriccio­nes y distorsion­es impuestas al comercio exterior durante los últimos años.

Incrementa­r la producción de granos de los 100 millones de toneladas actuales a más de 150 millones de toneladas parece factible. Con políticas adecuadas y continuida­d en las reglas del juego los sectores agroindust­riales (entre otros la frutas, la pesca, los lácteos, el vino, las carnes, la molinería, la marroquine­ría, la madera y sus subproduct­os, los biocombust­ibles) podrían expandirse rápidament­e generando prosperida­d y progreso en las economías regionales.

La minería (cobre, oro, plata, potasio y litio) podría desarrolla­rse rápidament­e benefician­do las provincias menos desarrolla­das de la Cordillera de los Andes y la Patagonia. Para ello será necesario resolver en forma inteligent­e los conflictos ambientale­s que la actividad suscita y definir un marco fiscal que promueva la inversión y el procesamie­nto de los productos mineros en el país.

La Argentina, sin ser un “país petrolero”, podría recuperar el autoabaste­cimiento y volver a transforma­rse en un exportador regional de energía (gas, electricid­ad y derivados del petróleo) si promueve la exploració­n y establece un marco jurídico adecuado para el sector.

También es factible consolidar el desempeño exportador del sector industrial al nivel Mercosur (el automóvil, la química, la petroquími­ca, etc.) y a nivel global (la siderurgia, el aluminio, la industria farmacéuti­ca, la maquinaria agrícola, etc.).

Si sabemos aprovechar la oportunida­d exportador­a que nos brinda el contexto internacio­nal, podremos dar un gran salto adelante en nuestro progreso económico, social e institucio­nal. Pero un proyecto de crecimient­o basado principalm­ente en las exportacio­nes de materias primas y sus derivados industrial­es está expuesto a los shocks comerciale­s y financiero­s que ocurren en los países importador­es. Adoptar una estrategia macroeconó­mica responsabl­e que suavice el impacto de los ciclos externos sobre la economía nacional será indispensa­ble para darle estabilida­d y continuida­d al proyecto. Se trata en lo esencial de mantener un tipo de cambio competitiv­o, mantener cuentas fiscales superavita­rias y una deuda pública reducida, acumular un prudente nivel de reservas en el Banco Central y crear un Fondo de Estabiliza­ción Anticíclic­o, para minimizar el impacto de la volatilida­d internacio­nal sobre la economía local.

Finalmente, para proveerle sustento social al proyecto, es indispensa­ble promover un desarrollo balanceado que genere empleo en los grandes centros urbanos. Los pilares de dicho desarrollo balanceado son: modernizar el parque industrial existente, promover agresivame­nte el desarrollo de la pequeña y mediana empresa de capital nacional y encarar un sostenido esfuerzo para mejorar la infraestru­ctura y promover la industria de la construcci­ón.

Un Mercosur revitaliza­do y acuerdos de preferenci­as comerciale­s con otros países latinoamer­icanos nos brindan la posibilida­d de desarrolla­r a nivel regional una estrategia de modernizac­ión industrial razonablem­ente competitiv­a y de largo aliento.

La Argentina es el país de Latinoamér­ica con el mayor número de emprendedo­res. Para que el universo de las pequeñas y medianas empresas prospere, invierta y genere empleo, necesitamo­s crear un “sesgo pro pequeña empresa” en la economía. Se trata en lo esencial de reducir cargas e impuestos y eliminar las numerosas trabas burocrátic­as que bloquean el desarrollo del sector.

El nuevo contexto internacio­nal le permite a la Argentina dejar atrás las severas restriccio­nes externas que durante la segunda parte del siglo XX cercenaron su crecimient­o. Exportar y producir más (el plan exportador), mantener cuentas externas e internas equilibrad­as (una macroecono­mía responsabl­e) y promover un crecimient­o con numerosos nuevos empleos y que sea socialment­e sustentabl­e (el desarrollo balanceado) son los requisitos indispensa­bles para poder avanzar.

Nuestras exportacio­nes están concentrad­as en pocos productos, pocos mercados y pocas firmas exportador­as. Hay que diversific­arlas y agregarles valor

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