Clarín

Desesperad­a: “Si no me ayudan, me va a matar”

“Si siguen sin hacer nada, me va a matar”, ruega Karina Gonella. Su ex es comandante principal de la fuerza.

- Gisele Sousa Dias gsousa@clarin.com

Lo dijo Karina, una mujer de 43 años que lleva cuatro acusando a su ex, un oficial de Gendarmerí­a.

En 2012, Karina Gonella se puso en pareja con Pablo Sepúlveda, comandante principal de Gendarmerí­a Nacional, y sólo dos meses después él empezó a mostrarle quién era: según cuenta a Clarín, le pegaba en lugares en donde las marcas no se vieran, la vigilaba con cámaras que instaló por toda la casa, y llegó a prohibirle comer durante tres días, a tal punto que

debieron internarla. Karina lo denunció en varias oportunida­des, logró que le sacaran el arma reglamenta­ria y lo trasladara­n a Tucumán. Pero Sepúlveda volvió porque Gendarmerí­a lo ascendió. Ahora, cuenta ella, el picaporte de su casa apareció roto y hay alguien desconocid­o que hace guardia, día tras día, en la puerta. “Tiene muchos contactos, va a mandar a otro a que me mate para no arruinarse la carrera”, dice ella.

Hace casi un año, Karina participó de la marcha #NiUnaMenos, pero su situación empeoró: “Los celos eran insoportab­les. Me agarraba y me amenazaba con la plancha caliente a dos milímetros de la cara. Me miraba todo el día desde el trabajo a través de las cámaras y no me dejaba tocar la comida porque él la pagaba. Cuando le decía que lo iba a denunciar me contestaba: ‘Vos no me vas a arruinar la carrera. Si me denunciás decime con qué cuerpo querés el vuelto (en referencia a los hijos de ella)’”.

En 2013, “cuando me tiró por las escaleras de la casa del country de Pilar en el que vivíamos, quise denunciarl­o. Pero vino la Policía, él chapeó y se retiraron como si nada”. Recién en marzo del año pasado se animó a pedir ayuda. Se acercó al Consejo Nacional de las Mujeres, la asistieron y luego, nada. Llevó una carta a Balcarce 50, logró que la llamaran de Presidenci­a y al día siguiente, fue peor: “Abrí la heladera y me agarró del cuello, buscó un desodorant­e Poett y un encendedor y me dijo: ‘Si tocás la comida, te quemo’. Después me quiso estrangula­r, los peritos corroborar­on las marcas”.

Gonella hizo la denuncia en la Comisaria 40 por violencia de género (es la apertura de una causa penal en el Juzgado de Instrucció­n N°6). “También llamé al 137 e hicieron un informe que presentaro­n en el Ministerio de Seguridad (de ellos depende Gendarmerí­a). Después, cuando fui a la Oficina de Violencia Doméstica me lo en- contré: él me estaba denunciand­o por loca”. Karina fue más lejos: lo volvió a denunciar en el ministerio, los llamaron a una audiencia y “él me ofreció dinero para que retirara la denuncia. Me fui del juzgado sin una sola medida de protección y me quedé en la calle con lo puesto”. Hace un año supo que le habían retirado el arma reglamenta­ria y que lo habían trasladado a Tucumán: como la Iglesia, que en vez de juzgar a los curas acusados de abuso, los envía lejos.

“Ahora alguien me está vigilando en la puerta de casa, el picaporte está roto. Le escribo un mail a la ministra (Patricia) Bullrich y ahí me entero que está de nuevo acá, trabajando en el edificio Centinela como si nada. Tiene amigos en la cúpula de Gendarmerí­a que lo cubren”. Desde el Ministerio de Seguridad informaron a Clarín que “Gendarmerí­a lo trajo de regreso porque le dio un ascenso” y que ellos pidieron que lo vuelvan a trasladar a Tucumán. “El resto lo tiene que hacer la Justicia”, aseguraron. Karina está aterrada: “Si no lo hace él va a fingir un robo, un accidente. Pero si siguen sin hacer nada y no me ayudan, me va a matar”.

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M. FAILLA La víctima. Karina Gonella tiene 43 años y, según cuenta, hace cuatro años que sufre hostigamie­nto.
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Denunciado. Pablo Sepúlveda.

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