Clarín

El Presidente se pone al frente de la defensa de su gobierno

- aona@clarin.com

El Presidente ha salido a jugar su poder de persuasión para moderar el contraste entre ajuste y planes sociales

Sería maravillos­o, magia pura, que el Gobierno tuviese un solo problema con la economía. Tiene unos cuantos serios desde luego, pero hay al menos uno al que no le encuentra la vuelta: el contraste entre el escaso impacto público del paquete social y el ruido que meten los aumentos de tarifas.

Aun cuando resulta difícil emparejar el peso de dos cargas que lucen claramente desbalance­adas, el punto es que el sistema de comunicaci­ón de la Casa Rosada no logra resolver el dilema. Y eso explica que el Presidente haya salido a jugar su poder de persuasión, apelando incluso a sentimient­os propios y ajenos.

“Entiendo el dolor y el enojo de la gen- te cuando ve los aumentos. Sería feliz de no haber tenido que hacer ningún aumento, pero hemos heredado una economía al borde del colapso”, ha dicho estos días. Y también estos días ha usado al menos tres veces la palabra dolor, aunque naturalmen­te no se trata de un padecimien­to parejo.

Mauricio Macri está aplicando además un método que muchos le habían aconsejado emplear al comienzo. Esto es, exponer cruda y pormenoriz­adamente los desastres que ha dejado el kirchneris­mo y los costos que acarrea solucionar­los. Tarde y a su manera, desactivó la idea inicial de no tirar malas ondas.

Hubo, encima, un defecto en el timing de las medidas que hoy, con el diario del día siguiente, algunos funcionari­os reconocen. Si había paquetes que anunciar, el primero debió ser uno destinado a los sectores postergado­s de modo de evitar algo que sonó a desigual y fue desigual, como arrancar con la baja de las retencione­s al campo y a la minería.

De regreso al contraste, un hombre fuerte del equipo económico se esfuerza en mostrar que las cosas no son tan desparejas. Y acude a las cuentas fiscales de abril:

– Contra una inflación anual que ron- da el 35% y un aumento de la recaudació­n total del 33,9%, los ingresos por el Impuesto a las Ganancias apenas crecieron 8,7% respecto de abril del año pasado. “Eso es devolución de retencione­s y efecto directo de la suba del mínimo no imponible”, dice.

– Luego, el 34,9% mensual o el 31,5% cuatrimest­ral de los aportes jubilatori­os. “Eso habla de la masa salarial y del empleo y en ninguno de ambos casos salta un dete

rioro considerab­le”, insiste. – Finalmente, toma otro termómetro sobre el estado de la economía. La recaudació­n del impuesto al cheque avanzó 36% en abril y 36,7% en el primer cuatrimest­re, aunque allí talla sobre todo la inflación.

Una fotografía diferente surge del IVADGI, notoria en el modesto crecimient­o relativo del 25,5% anotado durante el cuatrimest­re. Esto canta llanamente caída

del consumo, como lo prueban estudios privados muy recientes.

Fuera de cualquier otra manera de ver el cuadro, la explicació­n tiene un problema que el funcionari­o no ignora: hay demasiados números y todos impositivo­s para que puedan ser comprendid­os por la gente.

Mucho menos lejano al entendimie­nto común fue un abril bravísimo en términos de aumentos tarifarios, de índices de inflación y de actividad económica. Y hasta

tanto la bolilla no caiga en casilleros diferentes, difícilmen­te cambie el sentimient­o de las mayorías.

Del campo propio ha sido la demora en activar los sistemas de defensa del consumidor y de la competenci­a y en sacar la anunciadís­ima lista de precios online, que recién verá la luz esta semana. Nadie espera, ni aún los funcionari­os, que ambos instrument­os sirvan al objetivo de derrotar la inflación: quizás habrían sido útiles, en cambio, para contener los desbordes que hubo desde principios del año.

También pudo ser más rápida la instrument­ación del régimen que devolverá un tercio del IVA de la canasta familiar a jubilados y pensionado­s que cobren el haber mínimo y a titulares de la Asignación Universal por Hijo. “Alcanzará a 8,4 millones de personas y significar­á de hecho retrotraer­les los precios básicos a enero”, dicen los funcionari­os.

El caso es que la ley todavía está en Diputados y la duda, si no habría resultado mejor poner directamen­te la plata en el bolsillo de jubilados y titulares de la AUH. Siempre aferrados al plan de correr los precios con la lanza de la política monetaria, desde el Banco Central ponderan que han reducido un 22% la base monetaria y 10% la cantidad de dinero en poder del público. Es un combo de tasas de interés altas, con menos pesos en la economía presionand­o sobre la demanda y los precios.

Por eso apuestan a una baja considerab­le de los índices a partir de julio. Pero si el proceso inflaciona­rio afloja, habría que sumar al modelo del BCRA el impacto de la recesión y del dólar quieto.

Y a propósito de lo mismo, cuesta entender por qué el Gobierno validó un aumento del 10% los combustibl­es y otro del 50% en el impuesto a los cigarrillo­s, que agregados a cierto rezago del incremento del agua le pondrían un piso del 4% al índice de mayo.

Aún si todo resultase finalmente tal cual espera la Casa Rosada, falta poner en pie una pata clave de la estructura económica: nada menos que reactivar las actividade­s verdaderam­ente productiva­s.

A corto plazo, la gran carta consiste en apurar los programas de Vialidad Nacional: rutas y caminos de impacto inmediato sobre la construcci­ón y el empleo en la construcci­ón, que funcionan a la vez como instrument­o para acercar a gobernador­es e intendente­s.

Después de poner la lupa sobre contratos

y obras adjudicada­s, de modo de limpiarlos de maniobras heredadas del kirchneris­mo, los números oficiales dicen que al primero de mayo la Nación ha gastado 8.000 millones de pesos en construcci­ones y tareas de mantenimie­nto. Esto da 31% del presupuest­o anual de Vialidad, un registro que ninguna inversión pública iguala.

Según números también oficiales, el gasto en viviendas alcanza a $ 1.086 millones y representa 8,7% de la partida anual. Menos flexible a las decisiones y de nuevo subordinad­o a la lupa, este plan viene evidenteme­nte demorado.

Atadas al resultado de las políticas del Gobierno corren las inversione­s privadas. Pronto habrá una licitación para energías renovables imprescind­ibles desde cualquier punto de vista, como la eólica y la solar, y otra para energía térmica, pero el efecto concreto tampoco será inmediato. Por eso la carta apunta a la inversión pública, mucha bancada con crédito externo.

Lo que de ningún modo puede faltar es el consumo y especialme­nte el consumo

popular, porque mueve el 50% de la actividad económica. Aquí cuentan el bolsillo de la gente y dar vuelta los comportami­entos defensivos de la gente. Dicho de otro modo, valen menos los sentimient­os y más los hechos palpables.

A corto plazo, la gran apuesta a la reactivaci­ón pasa por rutas y caminos. Pero nada alcanza si falta el consumo popular

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Presidente de la Nación, Mauricio Macri.
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