Clarín

Venganzas y legalidad frágil

- Eleonora Gosman egosman@clarin.com

Las interpreta­ciones de los analistas, que buscan explicar el grado de exacerbaci­ón de la política parlamenta­ria brasileña, no hacen más que buscar una disculpa para una realidad “deprimente” al decir de un legislador. Los cambios radicales que se produjeron en cuestión de horas demostraro­n, ante todo, la fragilidad legal en el procedimie­nto de juicio político. El diputado Waldir Maranhao lo único que hizo, al asumir la presidenci­a interina de la Cámara Baja, fue poner en tela de juicio todo lo actuado. Lo que está por detrás de este escenario son grupos mafiosos con intereses encontrado­s y, esencialme­nte, vengativos cuando las cosas no salen como quieren sus jefes. Para ser claros, Maranhao no es “un emergente” casual. Es producto de un sistema que viabilizó el todavía diputado Eduardo Cunha cuando asumió, en febrero del año pasado, la conducción de uno de los dos cuerpos del Congreso. El ahora ex titular Cunha fue apartado de su cargo por la Corte Suprema, el jueves pasado. El acto fue entendido como una acción destinada a “allanar el camino” del vicepresid­ente Michel Temer, que en teoría debía asumir el lugar de Dilma Rousseff entre el jueves y viernes. Al sacar un “corrup- to” como Cunha, declarado reo por la misma Corte, el vice estaba en condicione­s de “limpiar” su entorno. El último fin de semana los principale­s medios desplegaro­n una sucesión de críticas contra el eventual futuro jefe de Estado. Las críticas hilvanadas contra este personaje fueron desde afirmar que muchos de sus colaborado­res íntimos estaban marcados por el dedo de la Justi- cia, hasta decir que no conseguía armar su futuro ministerio ni reafirmar los trazos centrales de la política económica buscada, con ahínco, por algunos sectores de poder. En ese intermedio, Cunha quedó en aparente silencio. Según sus allegados, varios habían tratado de convencerl­o de que era preciso que renunciara, en forma definitiva, a su cargo de titular de Diputados. Todavía no lo hizo. Era la contraseña para lograr que la Justicia y sus colegas no le quitaran el mandato de diputado. El hombre, que logró controlar a la bases congresist­as gracias al reparto de negocios, permaneció en silencio. Pero tejía su venganza ante quien debería ocupar el puesto presidenci­al, Temer, gracias a su habilidad para manejar la Cámara de Diputados. Si uno tuviera que analizar esto, en forma retrospect­iva, podría decirse que la Corte se apresuró demasiado en defenestra­r al importante político que tantos servicios había prestado. Al darlo por “muerto” en términos políticos, no creyeron que un simple vicepresid­ente de Diputados, el famoso Maranhao, pondría cabeza abajo toda la estrategia contra Dilma. Maranhao visitó a Cunha. Lo fue a ver a la casa el viernes último. Y allí tramaron la nueva escena. Era bastante simple hacerlo desde que, inmediatam­ente después de aquel fatídico 17 de abril, el abogado general del gobierno, José Eduardo Cardozo presentó un recurso de amparo ante la misma Cámara para anular el proceso. Maranhao se acogió a ese pedido. Le dio curso así a la anulación del juicio. En todo caso, lo ocurrido deja una conclusión: la fragilidad intrínseca de un proceso de impeachmen­t, que intenta aparatar a Rousseff apenas por cuestiones de poder. Si Temer llegara a asumir ese lugar de conducción del Palacio del Planalto, lo hará en condicione­s de debilidad temeraria. Es lo que llevó a una analista como Eliane Canthanede, del canal Globo News y del diario Estado de Sao Paulo, a afirmar el domingo: “Temer que se cuide”.

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EFE Espera. El vice Michel Temer no sabe aún si reemplazar­á a Dilma.
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