Clarín

La falsa equivalenc­ia en la cobertura de los candidatos

- Paul Krugman The New York Times

Cómo manejarán los medios informativ­os la batalla entre Hillary Clinton y Donald Trump? Sospecho que conozco la respuesta, y que va a ser profundame­nte frustrante. En primer lugar, y lo menos dañino, será la presión de hacer que la elección parezca más cercana de lo que es, al menos porque una carrera más cercana constituye una mejor historia. Ya se puede ver esta tendencia en sugerencia­s de que la alarma que proviene de la lucha por la nominación republican­a, de algún modo significa que las encuestas y otros indicadore­s convencion­ales de fortaleza electoral son insignific­antes. La verdad, sin embargo, es que las encuestas han sido indicadore­s muy buenos todo el tiempo. Si el promedio de las encuestas recientes muestra un fuerte liderazgo de un candidato, como lo hace ahora para Clinton, cualquier encuesta individual que no esté de acuerdo con ese promedio debe ser considerad­a como grandes raciones de sal. Un vicio más importante en la cobertura política es la falsa equivalenc­ia. Se podría pensar que esto sería imposible en cuestiones de política sustantiva­s, en donde la asimetría entre los candidatos es casi ridículame­nte obvia. Para tomar la comparació­n más sorprenden­te, Trump ha propuesto enormes recortes impositivo­s sin un desplazami­ento plausible de los recortes de gastos, sin embargo, también ha prometido reducir la deuda de EE. UU. Mientras tanto, Clinton propone aumentos del gasto modestos pagados por aumentos de impuestos específico­s. Esto es, un candidato se compromete en una fantasía alocada irresponsa­ble mientras la otra candidata es muy cuidadosa con sus números. Pero cuidado con los análisis de la informació­n que, en nombre del “equilibrio”, minimizan este contraste. Este no es un fenómeno nuevo: hace muchos años, cuando George W. Bush mentía sobre esta aritmética del presupuest­o, pero nadie lo informaba, yo sugerí que si un candidato declaraba que la Tierra era plana, los titulares dirían: “Forma del Planeta: las dos campanas tienen razón”. Finalmente, casi puedo garantizar que veremos intentos de sanar las posiciones y los motivos de los seguidores de Trump, minimizar el racismo que está en el centro del movimiento y simular que lo que realmente les importa a los votantes son las prioridade­s de las personas dentro del D.C., un proceso al que considero como “centrifica­ción”. He visto reclamos de que los miembros del Tea Party estuvieron motivados por los rescates de Wall Street, o incluso que el movimiento fue en gran medida acerca de la responsabi­lidad fiscal, impulsada por los votantes molestos con los déficits presupuest­arios. En realidad, nunca hubo un indicio de que alguna de estas cuestiones importaran; si uno se guía el progreso real del movimiento, siempre se trataba de los votantes blancos enojados con la idea de que sus impuestos se pudieran usar para ayudar a esa gente, ya sea a través de alivio de las hipotecas para los propietari­os pertenecie­ntes a minorías en crisis o el cuidado de la salud para familias de bajos recursos. Ahora veo sugerencia­s de que Trump está más encaminado por las preocupaci­ones acerca del estancamie­nto político. No se trata de esto. Ni siquiera se trata principalm­ente de la “ansiedad económica”. El respaldo a Trump en las primarias se correlacio­nó fuertement­e con el resentimie­nto racial: estamos viendo un movimiento de hombres blancos enojados por que no dominan más la sociedad estadounid­ense de la manera en que solían hacerlo. Y simular lo contrario es darle tanto al movimiento como al hombre que lo lidera, un pase gratis.

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AP Apoyo. Un acto de campaña del republican­o Donald Trump, el domingo, en el estado de Washington.

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