Clarín

“Soy de la generación de Cromañón y ahora soy también de la de Time Warp”

- Victoria Iezzi victoreand­o@gmail.com

Soy de la generación de Cromañón, y a partir del sábado 16 abril pasado, soy de la generación del Time Warp, también. Y me es inevitable pensar en tragedia. Siento que no aprendimos de uno, pero tampoco nada del otro. No entendimos que meter más personas de las permitidas en un lugar cerrado y dejar entrar bengalas, mata gente. No entendimos, tampoco, que la falta de control en los ingresos a las fiestas electrónic­as deviene en muertes. Pero, claro, no entendimos todavía que hay un denominado­r común que atraviesa cada una de nuestras tragedias e involucra a todas las institucio­nes (desde la institució­n primaria que es la familia, hasta la gran institució­n que es el Estado, pasando por la escuela y los medios de comunicaci­ón, entre otros), que es el factor cultural.

¿ Cuándo los padres van a empezar a hablar con sus hijos en serio? Pero no desde el miedo, la culpa, el control o la imposición, sino desde el acompañami­ento y la comprensió­n; desde la libertad y el respeto, la contención y la confianza. ¿ Cuándo en la escuela van a hablar de droga? La educación no puede estar ajena del contexto en el que están inmersos los alumnos, sino hablamos de herramient­as que son obsoletas. Educar para ser libres y ser libres para elegir. ¿Cuándo el Estado y cada una de sus institucio­nes van a exigir el fino cumplimien­to de las normas? Siempre, por una cosa u otra, algo “falló”. Sea en los controles, en las habilitaci­ones, en la infraestru­ctura. Y, casualment­e, siempre estas “fallas” algunas vidas se cobraron. Y, claro, una vez que pasan las cosas empezamos a hablar de los temas. Tarde, siempre atrás de la noticia, nunca antes.

Me angustia profundame­nte la pérdida de vidas en la Time Warp. No fueron nada mío, pero, a la vez, son todo mío. Son mis pares, salen con amigos como lo hago yo, y siento que su triste final es el fondo que hubo que tocar para saber que tenemos que hacer algo ya; algo más que sorprender­nos y decir “qué horror”. Algo más que lamentarno­s o prender los noticieros. Hacer algo es hacer algo. Es movernos, hablar, desnatural­izar, es acompañar, es informar, es ayudar a concientiz­ar, es no ser indiferent­es: es mirar y tomar parte.

Acá el problema no es una fiesta electrónic­a ni la música ni que los jóvenes salgan a bailar, sino un concepto de “diversión” que habrá que rever, una búsqueda de “abstracció­n” y desinhibic­ión a la que habrá que prestarle atención y una naturaliza­ción de la droga contra la que hay que luchar fuertement­e y en conjunto.

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