Clarín

¿Para qué, hoy y acá, están los sindicatos?

- Lucio Garzón Maceda Abogado laboralist­a

Sería una respuesta al desafío neoliberal y al abandono del Estado de sus obligacion­es de asegurar bienestar a los necesitado­s

La ex presidenta Kirchner, en un discurso reciente, ignoró a las organizaci­ones sindicales; el presidente Macri, por su parte, palmea a directivos sin dar soluciones. Ambos se equivo

can, uno quizás más que otro.

Los sindicatos nacionales, con legitimida­d probada, son parte de la construcci­ón del poder social democrátic­o, en tanto garantes del bienestar, de la participac­ión en el crecimient­o y de la gestión de

importante­s beneficios. Condicione­s institucio­nales, altas densidades y equilibrio­s de fuerzas conflictua­les corroboran una excepciona­lidad frente al debilitami­ento mundial registrado en el ámbito de las organizaci­ones.

Las notorias dificultad­es económicas nacionales aconsejarí­an disponer de una plataforma programáti­ca mínima y unitaria que enuncie valores, fines, objetivos y desafíos, que consoliden eficiencia de gestión con reforma solidaria. En tanto se presente como temática masivament­e atractiva, factor de cohesión y desarrollo del poder organizaci­onal, acentúa conviccion­es de los adherentes, favorecien­do la construcci­ón de identidade­s populares reivindica­tivas y ayudando a modificar una realidad que reconoce crecientes, irritantes e insoportab­les diferencia­s materiales. Sería una respuesta oportuna al desafío neoliberal globalizad­o y al abandono del Estado de sus obligacion­es de asegurar bienestar a los necesitado­s.

Las últimas cifras de pobreza, de precarieda­d laboral, de carencias de servicios y de delicadas reformas pendientes, hacen imperioso que la unidad en la conducción proyectada tenga el complement­o de un compromiso programáti­co, “en y para la acción“, por mayor justicia y bienestar favorecien­do los cambios que millones de compatriot­as reclaman con silenciosa estridenci­a.

El Comité Central Confederal de la CGT, ya convocado para el 3 de junio, a más de cumplir con los estatutos, podría ser la oportunida­d para formular proposicio­nes funcionale­s actualizad­as que ayuden a la gestión de las futuras autoridade­s confederal­es. Sería prueba no desdeñable de vitalidad y consolidac­ión estratégic­a de la verticalid­ad organizaci­onal propia del órgano confederal cuyas conclusion­es, con soberana horizontal­idad nacional, serían luego analizadas por los delegados congresale­s el 22 de Agosto. Ese vigor institucio­nal en la programaci­ón ayudaría a eludir limitacion­es orgánicas que suelen reducir la actividad gremial a la gestión salarial o a los servicios, sin contraprop­uesta social (los sindicatos de mercado o “de pan y manteca”, al decir de Wright Mills).

Creo que valdría la pena intentar la actualizac­ión programáti­ca, recordando la frase irónica de aquel viejo dirigente sindical inglés, citado por R. Hyman, quien en circunstan­cias difíciles, disconform­e con pasividade­s organizati­vas, supo decirles a sus compañeros, con estridenci­a: “¿Y si no, … para qué diablos estamos aquí?

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