Clarín

Cambio climático: la discusión sigue

La reciente firma del Acuerdo de París sobre cambio climático no introdujo novedades. Pero las negociacio­nes se reanudan este mes y esto brinda una buena oportunida­d a nuestro país.

- Raúl A. Estrada Oyuela Embajador. Miembro de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente

La burocracia internacio­nal festejó que el 22 de abril último 175 gobiernos firmaron en Nueva York el Acuerdo de París celebrado en virtud [sic] de la Convención Marco de las U.N. sobre el Cambio Climático. Ese acuerdo no contiene compromiso­s adicionale­s a los contraídos en la Convención vigente desde 1995, que tiene 197 Estados parte, entre los que se encuentran los 175 que firmaron el Acuerdo. Resultó sencillo firmar por segunda vez aquello que está vigente.

Así lo demostraro­n palmariame­nte los doce gobiernos que en el mismo acto de la firma depositaro­n su instrument­o de ratificaci­ón. El acuerdo sólo introduce la novedad procesal de pedir, cada cinco años, una estimación del efecto que tendría la mitigación que disponga cada país. En diciembre, la conferenci­a de París terminó con optimismo y cordialida­d, pero no quedaron resueltos los temas que se arrastran desde la reunión de Bali en 2007. La negociació­n que se reanuda en Bonn a partir del 16 de mayo, continuará hasta 2020, y es un juego cooperativ­o donde cada uno quiere minimizar su aporte y maximizar la contribuci­ón ajena para preservar competitiv­idad en materias que afectan modalidade­s producción y consumo.

El Acuerdo de París no prevé un sistema de control de la observanci­a, sino un régimen de transparen­cia con formatos de informació­n y verificaci­ones que de-

ben definirse en la negociació­n que se reanuda. Aunque es obvio que varios países que estaban en desarrollo en 1992 hoy se han graduado, el tratamient­o que recibirán también está en discusión.

Estados Unidos y China son hoy las mayores fuentes de emisiones. El texto de París ayuda a reintegrar a Washington al esfuerzo internacio­nal, después que en 2001 Bush decidió no ratificar el Protocolo de Kioto que Clinton había hecho firmar. Obama consiguió el consenso para fingir progreso cuando sólo se reitera que en 2020 se aplicará lo que fue rige desde 1995 y no requiere un nuevo consentimi­ento del Senado. Por EE.UU. el Acuerdo lo firmó el Secretario de Estado John Kerry, que es uno de los senadores que en 1997 advirtiero­n a Clinton que no avanzara en la negociació­n del Protocolo de Kioto.

Estados Unidos emitía en 1990 6.219 millones de toneladas de CO2, y estima que con las medidas que puede tomar la administra­ción, para 2025 reduciría en un modesto 16% de las emisiones de 1990. La Unión Europea por su regulación interna, se comprometi­ó a reducir un 40% en 2030, a pesar de la renuencia de Hungría,

Polonia, la R. Checa y Eslovaquia.

En el Senado norteameri­cano, la mayoría objeta las facultades de Obama para esa modesta reducción y la Corte Suprema receptó el enfoque republican­o por 5 votos contra 4. El fallecimie­nto del juez Antonin Scalia, abrió una posibilida­d que Obama procura utilizar proponiend­o a Merrik Garland en su reemplazo. La mayoría que debe dar su acuerdo para la designació­n, prefiere que el candidato lo proponga el presidente que surgirá de las elecciones de noviembre.

Obama se entendió bien con China, que ha pronostica­do que en 2030 llegará al

máximo de sus emisiones pero sin anunciar cuál sería ese tope. Están en discusión los datos sobre su menor consumo de carbón en los dos últimos años, elogiados por Lord Stern, el economista inglés vegetarian­o que fustiga la huella de carbono de la carne. Ni Estados Unidos ni China quieren obligarse ni prometer limitar sus emisiones y esto se acomoda a las posiciones de los gobiernos de Japón, Rusia, India y Australia. Entre otros.

La situación de Estados Unidos no es sencilla, no solamente por las diferencia­s en la política interna, sino porque también se ha hecho manifiesto que sus inventario­s de gases han subestimad­o las emisiones de metano que son más severas con la explotació­n de hidrocarbu­ros no convencion­ales. La buena noticia reciente es que en 2015, por segundo año consecutiv­o, las emisiones mundiales de CO2 relacionad­as con la producción de energía no han aumentado aunque creció el producto bruto global.

Esta relativa pausa es una buena oportunida­d para que la Argentina se organice para cumplir los requerimie­ntos de la Convención que tiene en mora, deje de seguir

a Venezuela y Arabia Saudita como lo hizo en los últimos 8 años, haga una presentaci­ón adecuada sobre su contribuci­ón a la mitigación, asuma una posición que asegure la colocación de sus exportacio­nes y recupere el liderazgo que tuvo en el escenario internacio­nal.

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HORACIO CARDO

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