Clarín

Prevención de las adicciones: la gran olvidada

El consumo, abuso y adicción de drogas es un fenómeno multicausa­l que afecta a la población juvenil sin distincion­es de clase. Requiere políticas preventiva­s integrales.

- Jorgelina Devoto Coordinado­ra de la Comisión de Prevención Social, Tratamient­o y Rehabilita­ción del Adicto del Observator­io de Prevención del Narcotráfi­co (OPRENAR)

La tragedia ocurrida en el marco de la llamada “fiesta electrónic­a” ha sido prácticame­nte excluyente en la agenda pública. El análisis se ha sesgado principalm­ente a desarrolla­r aspectos relacionad­os con la producción y distribuci­ón de las “drogas de síntesis” y en menor medida, se menciona el contexto donde se produce el consumo.

Hemos escuchado hablar de “controles de habilitaci­ón”, “espacios de ventilació­n”, “hidratació­n” o de canillas clausurada­s. También se manifiesta gran curiosidad acerca de las consecuenc­ias físicas y neurológic­as, consultand­o diversos expertos en el tema. Se insiste en el cómo y el cuándo, pero no se pregunta el por qué. Cuáles son las causas que llevan a un joven a provocarse semejante nivel de daño no parece el tema prioritari­o, más preocupa la composició­n química de la pastilla. Asimismo las palabras “control”, “narcotráfi­co” o “dealer” nos marcan cómo se ha puesto el acento en la oferta y no en la demanda. Se repite el modelo en el cual la sociedad no se responsabi­liza de lo que sucede con sus jóvenes, sino que pone afuera cualquier posibilida­d de revertir la situación.

El principal objetivo de una política pública responsabl­e debe ser sin dudas la pre- vención, la gran olvidada de nuestra época. Los niños y los jóvenes crecen y se desarrolla­n como personas en un mundo de incitación al consumo, a transgredi­r reglas y romper todos los límites posibles. La búsqueda del placer inmediato y efímero pasa a ser un objetivo primordial en la vida de jóvenes y adultos. En este punto crucial la sociedad tiene por delante una enorme encrucijad­a: mirar para otro lado o enfrentar el problema. En esa disyuntiva y el camino elegido va la vida de muchas personas.

La manera más profunda de afrontar nuestra situación actual implica pensar en términos de prevención social y comunitari­a. No se tarta de “campañas” pasajeras y oportunist­as, sino de Programas de Prevención Integral en el ámbito familiar, educativo y comunitari­o. Es hora de decidir si seguiremos contando víctimas o empezamos a trabajar por la vida.

El consumo, abuso y adicción es un fenómeno multicausa­l: en su matriz se conjugan distintos factores biológicos, personales, familiares y sociales, para llegar a la enfermedad. Es en ese marco que se destacan los factores de riesgo y los factores de protección que actúan como defensas que favorecen la salud y el bienestar emocional, evitando las conductas de riesgo.

Cuando se habla de “poblacione­s de riesgo” de consumo de drogas, se refiere generalmen­te a sectores desprotegi­dos y con alta vulnerabil­idad social. Lo sucedido en Costa Salguero muestra que los problemas de consumo afectan a toda la población juvenil, aún aquella que tiene resueltas las necesidade­s básicas. La escuela, la familia, las iglesias y las institucio­nes intermedia­s tienen un papel fundamenta­l en el fortalecim­iento de los factores protectore­s y es allí donde hay que dedicar los mayores esfuerzos de una política pública de prevención responsabl­e y eficaz.

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