Clarín

Martín Huberman. Arquitecto y galerista “Algo que me encanta de esta Ciudad es la noción de barrio”

Explica que en esas zonas “bajás el ritmo, empezás a mirar y descubrís joyitas”. Y advierte sobre el riesgo de imponerles “identidade­s de mercado”.

- Einat Rozenwasse­r einatr@clarin.com

En el centro (o, técnicamen­te, alrededor), está la relación del hombre con el espacio. Hijo de arquitecto­s, en la casa de Martín Huberman –al frente del estudio Normal y de la galería Monoambien­te, los dos dedicados a la arquitectu­ra y al diseño experiment­al–, siempre estuvo muy presente el tema. “Me pasaba algo al ver las obras, como una noción de progreso, que íbamos para algún lado. No sé bien para dónde o cómo, para algún lado”, recuerda.

¿Y de esta ciudad?

Algo que me encanta de la Ciudad es la noción de barrio, ese entorno de baja densidad y casas bajas que comprende un porcentaje muy grande del territorio. En esos lugares me siento cómodo, las joyas escondidas que suelen aparecer cuando bajás el ritmo y empezás a mirar alrededor un poco más.

Este edificio (Parque Los Andes, en Chacarita) es uno de los emblemas de eso que decís...

Lo que para mí es más interesant­e en este edificio es la idea que tenía en ese momento la municipali­dad de ensayar políticas edilicias para la vivienda social. Y después, un tipo como Fermín Bereterbid­e que fue un gran intérprete de la voluntad política y de ese momento, algo que no volvió a suceder. Ahí aparecen alguna de las cosas que me hacen ruido; en algunos casos, se toma la vivienda social como el espacio mínimo y necesario. Volviendo al barrio, hay que tratar de entender las identidade­s barriales y tratar de no sucumbir ante leyes absurdas del mercado, que muchas veces se generan por inmobiliar­ias.

Se discute qué se puede hacer para “usar” mejor los barrios en el día a día.

No sé si hay que tener una política proteccion­ista, lo que justamente generan los barrios como entidad poderosa es ese poder de amalgamars­e. Cuando se trata de importar ideas o se desconocen ciertos potenciale­s o la identidad cultural de cada barrio y se trata de imponer una identidad de mercado, comercial, se empieza a perder. Entonces, no es frenar la evolución porque me parece que las ciudades tienen que mutar constantem­ente a fuerza de prueba y error, pero sí tratar de ir mediando. La responsabi­lidad se divide entre los que hacen, los que ponen la plata, los que legislan. Buenos Aires es una ciudad que en muchos casos se construye de abajo para arriba, entonces aparece primero la necesidad y después la regulación. Por eso, creo que, en cierto punto, hay que tener cuidado con el rebote de las ciudades después de la crisis.

¿Por qué una galería de arquitectu­ra?

Nació como un espacio de resistenci­a; de hecho, ese iba a ser el nombre originalme­nte. Resistenci­a ante la idea de que la disciplina se estaba alejando de ese valor cultural que tiene, sobre todo, en una ciudad como Buenos Aires.

Su obra se articula sobre la intercalac­ión del hombre y el espacio. “En la arquitectu­ra es más abstracta, el hombre como un figurín, una referencia de altura. Yo hablo de una relación un poco más profunda, de qué es lo que te pasa a vos en el espacio. Cuando pensamos en un recorrido entre dos puntos se evalúa cuál es la ruta más corta, la que tiene mejor tránsito, pero nunca aparece el factor de cuál es la que te gusta más”, define. Y sigue: “El diseño tiene mucho por descubrir. Es una palabra que últimament­e me gusta más para definir lo que hago: no es progresar, es descubrir. Es como tratar de cambiar la relación arquitecto-espacio por la de astronauta-espacio. El astronauta no proyecta el espacio, lo descubre”.

Entonces, Monoambien­te.

Trato de que empiece a funcionar como un espacio de articulaci­ón, un lugar que permite a los arquitecto­s trabajar su disciplina desde otro lado. Una especie de laboratori­o porque quizás no recibís jamás un encargo de este tipo, queremos empezar a entablar esos diálogos y permitirle­s que exhiban su cabeza. Es un lugar incierto y muy incomprend­ido por los propios arquitecto­s.

¿Y en tu estudio?

Arquitectu­ra experiment­al. Me interesa el espacio público como lugar de trabajo. Pasa que, hoy por hoy, el espacio público está regido por una mirada super antigua. Poner una Mafalda gigante con la idea de que es un símbolo que funciona y, bueno, es como se hacían los monumentos en el Centenario. Me parece que hoy el espacio público es un lugar de mucho temor y poca preparació­n a nivel decisión política. Quizás unificar la Villa 31 no está mal como concepto pero, ¿cambiar la traza de la autopista y hacer un highline en la 9 de Julio? Es la venta de un falso espacio público al que no accede nadie: ir hasta ahí, dejar el auto en ningún lado, no es necesaria esa grandilocu­encia. Otro ejemplo: ¿cuántos sapitos se hicieron en los últimos años?

Más de 20.

Bueno, cada sapito reincorpor­a un espacio, una plaza, a lugares donde antes no había. Si en esos sapitos definieses una obra de infraestru­ctura simple, con cierta identidad, si pudieras contratar equipos de arquitecto­s jóvenes para que hagan sus primeras experienci­as en espacio público sobre una obra que ya tenés hecha... Ese desinterés y esa falta de interpreta­ción sobre cómo hacer una obra de infraestru­ctura que al mismo tiempo se transforme en una obra de arquitectu­ra y espacio público, eso es lo que creo que la falta a un gobierno como éste. Por ejemplo, al lado de la Ciudad Universita­ria hay dos parques impresiona­ntes que son inaccesibl­es. Es cierto que se pasó de no hacer algunas cosas a hacerlas, pero en eso que se hace falta un pensamient­o crítico, meternos en esas discusione­s.

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M QUINTEROS Futuro. “Es cierto que se pasó de no hacer algunas cosas a hacerlas, pero falta crítica”, afirma.

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