Clarín

Una literatura donde leer no hace falta

- Patricia Kolesnicov pkolesnico­v@clarin.com

Muchos creían que el Premio Nobel –una distinción nórdica que hemos decidido tomar como el premio mayor de la literatura– sería, ahora sí, para el estadounid­ense Philip Roth. Agregaban un dato a las apuestas de cada año: Roth es autor de La conjura contra América, una novela en la que un amigo de los nazis, un xenófobo, gana la presidenci­a de los Estados Unidos. La acción transcurre en los primeros años de la década del 40 aunque la novela salió en 2005. Con la postulació­n de Donald Trump, esa novela fue resignific­ada. Esa novela sería la clave. Un guiño de la Academia Sueca. Pero no. En cambio, la Academia profundizó una línea que ya había insinuado. Cuando, en 2015, premió a la periodista Svetlana Alexievich puso sobre la mesa el tema de qué es hoy la literatura. Sus investigac­iones periodísti­cas, sus testimonio­s –parecía decir– también lo son. El periodismo ya había asomado por tierras de la literatura, ahora tenía su presentaci­ón en sociedad, a lo grande.

El premio a Dylan va más lejos. ¿Una literatura sin libros? Si antes la Academia planteaba qué es literatura, ahora discute algo más: qué es leer. Un premio a versos cantados, por tradición oral que tenga la poesía, en este siglo cuestiona qué falta hace leer, si acaso un texto también está compuesto de música, si es necesario que eso que llamábamos literatura esté impreso en alguna parte. Bienvenido­s al siglo XXI.

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