Clarín

Un moderno Tartufo que puede ir preso

- Osvaldo Pepe opepe@clarin.com

“Sí … soy un malvado, un culpable, un desdichado pecador, lleno de iniquidad … cada instante de mi vida está pleno de mancilla, toda mi vida no es más que un amasijo de indecencia­s. Veo que el cielo, para castigarme, quiere mortificar­me en esta ocasión. ” (De “Tartufo” o “El Impostor”, de Jean-Baptiste Poquelin, conocido como Molière, un retrato sobre la hipocresía que inquietó a la Corte francesa en el siglo XVII. Fragmento del protagonis­ta)

Amado Boudou fue uno de los mejores alumnos de Néstor Kirchner. Acusado de

corrupto, señalado como hipócrita, hizo un largo cursus honorum en la nomenclatu­ra K: de la ANSeS a Economía y de allí a la vicepresid­encia de la Nación. Con un pie en la política y otro en el célebre retrato de Molière, es

un símil de Tartufo, quien pretendía quedarse con los bienes de Orgon, un burgués adinerado. Y no le disgustaba seducir a su esposa o dejarse seducir por ella. Extraños cruces entre siglos, escenarios, política y litera- tura. El ex funcionari­o y otrora niño mimado de Cristina (“No saben qué lindo es tener vicepresid­ente”, dijo sobre él para lapidar aún más a Julio Cobos) está reaparecie­ndo de a poco de su largo ostracismo, arropado por el partido MILES, de Luis D’Elía, y demolido por la indiferenc­ia peronista. Se ha convertido en conferenci­sta. También en bromista. En Santa Fe, donde fue a dar una charla sobre cambios previsiona­les, dijo que de las 69 causas judiciales que tenía en su contra ahora

“quedan sólo diez … Es un lindo número”. Ni Groucho Marx lo hubiese hecho mejor.

Boudou venía de dar una “clase magistral” en la Facultad de Periodismo de la Universida­d Nacional de La Plata sobre “Reconfigur­ación de estrategia­s de dominación imperial en América latina”. Invitado por Fernando Esteche, líder de Quebracho y agitador de violencias callejeras, se le escucharon conceptos elementale­s, de apuntes de CBC, sobre oferta y demanda. Brillar nunca fue lo suyo. Como profesor honró sus escasos talentos,

como antes en política o en sus aspiracion­es de rockstar. Lo habían presentado sin ingenio: “Nuestro amado, Amado Boudou”.

Jueces y fiscales sospechan de él. Y no parecen quererlo, al menos con esa carga de afecto. Está procesado y rumbo a juicio oral por coimas y falsificac­ión de documento

público. En el caso Ciccone, donde también está procesado y con pedido de juicio, el juez Lijo dio por acreditado que Boudou-Tartu

fo y su amigo José María Núñez Carmona adquiriero­n la empresa, única idónea para imprimir papel moneda, mientras el ex vicepresid­ente se desempeñab­a como ministro de Economía. Fue para hacer negocios con

el Estado. Este caso aceleró en tribunales las denuncias en su contra por enriquecim­ien

to ilícito, que analizan peritos de la Corte. En confianza, en los pasillos tribunalic­ios dicen que esta vez realidad y ficción pueden fundirse en una sola pieza. En la obra de Molière, Tartufo, finalmente descubiert­o como un

estafador vulgar, termina preso.

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