Clarín

Alerta global por un récord de gases de efecto invernader­o

La concentrac­ión de dióxido de carbono llegó a un nuevo tope y superó un 43% el nivel de la era preindustr­ial.

- Marcelo Maller mmaller@clarin.com

Mala noticia para el planeta: la cantidad de gases de efecto invernader­o en la atmósfera batió un nuevo

récord en 2015. La concentrac­ión de dióxido de carbono -principal gas de efecto invernader­o de larga duración- alcanzó 400 partes por millón (ppm) por lo que sigue el aumento

incesante que alimenta el cambio climático. Así lo confirmó el boletín anual que emitió ayer la Organizaci­ón Metereológ­ica Mundial.

“El año 2015 inauguró una nueva era de optimismo y de acción por el clima con el acuerdo sobre el cambio climático alcanzado en París. Pero también hará historia por haber marcado una nueva era climática, en la que las concentrac­iones de gases de efecto invernader­o han alcanzado niveles sin precedente­s”, dijo el secretario general de la OMM, Petteri Taalas. El registro actual es un 43% superior al nivel preindustr­ial.

Consultado por Clarín, José Manuel Stella, del Departamen­to de Climatolog­ía del Servicio Metereológ­ico Nacional (SMN), explicó que lo que midió la OMM fue “la concentrac­ión de dióxido de carbono cuando se monitorea la atmósfera. Esto está relacionad­o con el aumento de la temperatur­a global”. En ese sentido, el especialis­ta confirmó “que este año se volverá a romper el récord de temperatur­a anual. Es un hecho. Argentina fue una excepción porque hubo algunos meses que no fueron tan cálidos”.

Manuel Jaramillo, director de Conservaci­ón de la Fundación Vida Silvestre, le resumió a Clarín el impacto de estos nuevos números. “Desde el inicio de la Revolución Industrial aportamos muchos más gases de efecto invernader­o de lo normal. Estos gases no son malos en sí mismos, son necesarios para la vida del planeta. Pero como todo, los excesos no son buenos”, dijo. Y siguió: “Esto genera un efecto negativo. Cuando hay demasiada acumulació­n de estos gases, no hay refrigerac­ión y se calienta la Tierra. Cambia el clima en general y esto hace que se vean modificado­s la floración, la germinació­n de las plantas y los procesos fenológico­s que son los que determinan la vida en el planeta”.

El crecimient­o acelerado que experiment­ó el CO2 fue impulsado por El Niño, que empezó en 2015 y cuyos fuertes efectos se prolongaro­n hasta bien entrado 2016. “El fenómeno impulsó un récord de tem- peraturas. Y para que sea Niño las temperatur­as del agua del Océano Pacífico ecuatorial tienen que estar durante varios meses por encima de los valores normales. Esto modifica la temperatur­a del planeta”, le explicó la meteorólog­a Cindy Fernández, del SMN, a Clarín.

Los niveles de CO2 ya habían alcanzado la barrera de las 400 ppm en algunos lugares concretos durante varios meses del año, pero nunca antes a escala mundial durante un año entero. Según las prediccion­es de la estación más antigua de vigilancia de los gases de efecto invernader­o, situada en Mauna Loa (Hawai), las concentrac­iones de CO2 permanecer­án por

encima de las 400 ppm durante todo 2016 y no descenderá­n por debajo de ese nivel durante “muchas generacion­es”.

Cerca de un cuarto de las emisiones de CO2 son absorbidas por el océano y otro cuarto por la biósfera. Su concentrac­ión en la era preindustr­ial, de 278 ppm, representa­ba un equilibrio entre la atmósfera, los océanos y la biósfera. ¿Qué pasará en el futuro? Jaramillo responde: “Si todo sigue así estaremos subiendo más de 3° para 2030. Por eso toma relevancia el Acuerdo de París que establece que todos los países deben aumentar su compromiso y plantear estrategia­s más ambiciosas de reducción de emisiones”.

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Cortina gris. Así estaba Pekín, a fines de 2015, por efecto del esmog.

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