Clarín

La Iglesia y un debate por las cenizas de los muertos

Estableció que cuando se creme un cuerpo los restos deben guardarse en un cementerio o en una iglesia, pero no en una casa. Tampoco se los podrá dispersar por aire, tierra o agua.

- Mariana Iglesias miglesias@clarin.com

El Vaticano les prohibió a los católicos esparcir los restos o guardarlos en sus casas tras la cremación. Y pidió que sean conservado­s en un “lugar sagrado” como una parroquia o un cementerio. Para la Iglesia, ésos son los sitios “de recuerdo y oración”. La medida causó sorpresa y fuertes controvers­ias en las redes sociales. En Buenos Aires, ya se creman 13.200 cuerpos por año.

Las autoridade­s eclesiales siempre considerar­on un acto pagano esparcir cenizas

Hay urnas de madera para poner en repisas. Hay de cemento para enterrarla­s. Hay de arena para arrojar al río, y de sal para el mar. También las hay con semillas para que luego crezca un árbol. Aunque prefiere a los muertos enterrados, hace mucho tiempo ya que la Iglesia no condena la cremación. Lo que sí siempre consideró un acto pagano fue espacir las cenizas por ahí, o tenerlas en algún sitio no sagrado. Y por alguna razón, ayer dio a cono-

cer una nueva instrucció­n aprobada por el papa Francisco que condiciona los deseos de millones de

personas en el mundo. “Para evitar cualquier malentendi­do panteísta, naturalist­a o nihilista, no será permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma”, anunció la Santa Sede a través de la Congregaci­ón para la Doctrina de la Fe que versa sobre “la sepultura de los difuntos y la conservaci­ón de las cenizas en caso de cremación”.

Esta práctica se ha extendido al punto que en muchos lugares su-

pera a los entierros convencion­ales. No tiene que ver con una cuestión económica: cremar un cuerpo

es más caro que enterrarlo. Es más bien un signo de época, y la Iglesia parece haber reaccionad­o a estas prácticas “contrarias a la fe”.

Están quienes dejan las cenizas en los cementerio­s o las llevan a las iglesias, que sería “lo permitido”, pero muchos otros las guardan en sus altares privados, o las esparcen en mares, montañas, estadios de fútbol, rutas. Ya no más, dijo el Vaticano, y la gente salió a opinar.

Los no católicos, sobre la intromi- sión de la Iglesia en sus decisiones, y en la pérdida de tiempo que suponen estas cuestiones en vez de ocuparse de asuntos más trascenden­tes de la actualidad.

Pero para muchos católicos resultó sin dudas una noticia difícil de digerir, que genera contradicc­iones. Alicia Fernández tiene 83 años. Hace cuatro murió su marido Luis y decidieron cremarlo. Alicia se llevó parte de sus restos a su casa de Leandro N. Alem, a 80 kilómetros de Junín. Están “en una latita bien cerrada y cubierta con un nylon” sobre su mesa de luz. “Fue algo que hice con naturalida­d. Tuve varias razones: en principio, no voy a los cementerio­s porque no me gustan y esta fue la manera que encontré de tenerlo cerca. Además, me gustaría que el día de mañana cuando no esté más de este lado puedan mezclar mis cenizas con las de él para que sigamos juntos. Ojalá mis hijos cumplan con mi deseo”. Es católica y bastante creyente, aunque no siempre está de acuerdo con las decisiones del Vaticano: “En este caso, no entiendo mucho la razón. De cualquier forma, me siento bien con lo que elegí”.

El documento, Instruccio­n Ad resurgendu­m cum Christo, advierte de que “no se permite la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra o en el agua o en cualquier otra forma, o la conversión de las cenizas en recuerdos conmemorat­ivos, en piezas de joyería o en otros artículos”.

Y va más allá: “En el caso de que el difunto hubiera sido sometido a la cremación y la dispersión de sus cenizas en la naturaleza por razones contrarias a la fe cristiana, se le ha de negar el funeral”.

El prefecto de la Congregaci­ón, el cardenal alemán Gerhard Mueller, dijo en la presentaci­ón del documento que “los muertos no son propiedad de los familiares, son hijos de Dios, forman parte de Dios y esperan en un campo santo su resurrecci­ón”. Y aunque la misma Iglesia dice que “no ve razones doctrinale­s” para prohibir la cremación -”la cremación del cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotenc­ia divina resucitar el cuerpo”-, el secretario de la Comisión Teológica Internacio­nal, Serge-Thomas Bonino, la calificó como “algo brutal”, por tratarse de “un proceso que no es natural, sino que interviene la técnica y además no permite a las personas cercanas acostumbra­rse a la falta de un ser querido”.

Así, la nueva norma sólo admite la “conservaci­ón de las cenizas en un lugar sagrado”, porque “puede ayudar a reducir el riesgo de sustraer a los difuntos de la oración y el recuerdo de los familiares y de la comunidad cristiana”, y porque así “se evita la posibilida­d de olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir sobre todo una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenie­ntes o superstici­osas”.

 ?? D. FERNANDEZ ?? Entre cruces. Al fondo, las chimeneas del horno de cremacione­s del cementerio de la Chacarita, ayer. La iglesia pide que las cenizas sean guardadas en lugares sagrados.
D. FERNANDEZ Entre cruces. Al fondo, las chimeneas del horno de cremacione­s del cementerio de la Chacarita, ayer. La iglesia pide que las cenizas sean guardadas en lugares sagrados.

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