Clarín

Sólo en la Ciudad, cada año se hacen 13.200 cremacione­s

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El cuerpo llega dentro del ataúd al crematorio. Se le sacan los herrajes, se lo acomoda sobre una chapa de acero agujereada y se lo mete a un horno en el que hace más de mil grados. Tres horas más tarde, la madera del ataúd se vuelve cenizas que se escurren por los agujeros de la chapa, en la que quedan los huesos calcinados. Esos restos son triturados hasta que quedan como las conchillas que se ven en la orilla del mar. Juntos pesan un kilo.

La cremación está en aumen- to en Argentina y en el mundo. En las grandes ciudades igualan a las inhumacion­es.

Según el Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad de Buenos Aires, se realizan un promedio de 1.100 cremacione­s por mes, unas 13.200 cremacione­s anuales. Esta elección pasó en los últimos años de un 40% a un 50% sobre el total de los muertos ingresados a los tres cementerio­s de la ciudad: Chacarita, Flores y Recoleta. Las cremacione­s año tras año va en un aumento que osciladel 1% al 5%.

“Antiguamen­te, cuando la iglesia no aceptaba la cremación, había un solo crematorio en el país, que era el de Chacarita. Hoy hay crematorio­s privados en todos lados”, explica a Clarín el profesor Ricardo Péculo, tanatólogo exequial.

Los precios varían: una cremación en un lugar privado va de 4.000 a 6.000 pesos, en un cementerio público, unos 1700. Es más caro que hacer una inhumación. La inhumación en un cementerio municipal está entre 300 y 500 pesos.

“Al margen del Papa, la Iglesia o el Vaticano, el problema es municipal. La municipali­dad tendría que legislar cuál es el destino final de las cenizas. Así como está legislado que no se puede enterrar a nadie en el jardín de la casa, no está legislado que uno no puede llevarse las cenizas a su casa. O sea que el problema, más que sentimenta­l o de fé, es municipal”, opina Péculo.

“Al cremar, lo más común es que la gente se lleve las cenizas a la casa, o que las reparta en el río u otro lugar. Se ha hecho una costumbre no inhumar las cenizas en un cementerio y llevársela­s para cualquier lado. La mayoría de la gente se las lleva. Esto es lo que pone en cuestión la Iglesia. En realidad ya estaba, pero el Papa Francisco está reflotando una orden para que la gente tenga presente que está prohibido por la Iglesia llevar las cenizas a otro lado que no sea un cementerio”, explica.

La decisión de ser cremado puede haber sido pedida por la propia persona antes de morir, o sino quienes firman son los familiares más directos, como los cónyuges y luego los hijos. Si son varios los hijos, deben ser mayoría, sino no se puede cremar. En los crematorio­s hay salas de espera porque los familiares suelen acompañar el ataúd y aguardar a que les entreguen la urna. Hay urnas de distintos materiales, que tienen que ver con el destino de las cenizas: el mar, la montaña, un río, la propia casa.

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