La cremación, un hábito milenario que se expandió a la religión moderna
“El cuerpo muerto ha sido objeto de significados y prácticas desde siempre. Todas las culturas han encontrado maneras de cuidar esos cuerpos y les han atribuido sentidos diversos, vinculados con la cuestión de la trascendencia”, explica César Ceriani Cernadas, doctor en Antropología, investigador del Conicet y profesor de la UBA y Flacso.
Entre esas prácticas, la cremación es tan antigua como la inhumación. Ceriani menciona algunos ejemplos: “La cremación fue habitual entre los vikingos, que solían quemar los cuerpos en el barco del muerto. El ritual estaba asociado a la creencia en una vida posterior y a la pertenencia a una sociedad de guerreros caídos en batalla”.
En la sociedades indígenas del te- rritorio argentino, particularmente las nómades, el entierro no era común. “Las culturas cazadoras y recolectoras recurrían a la cremación”, asegura Ceriani. Aclara que la cremación moderna aparece “en los últimos 150 años, ligada al surgimiento de las grandes aglomeraciones urbanas y a un problema higiénico”. La pionera fue Inglaterra, tras la Revolución Industrial. Las prácticas de cremación llegaron a la Argentina en 1880, de la mano de médicos higienistas como Eduardo Wilde y Guillermo Rawson, y tuvieron en ese momento una fuerte oposición de la Iglesia Católica. Lue- go de la epidemia de la fiebre amarilla, el cementerio de Chacarita fue el primero del país en tener un horno crematorio. Ceriani explica: “Tras el Concilio Vaticano II, la Iglesia concluye que cremar el cuerpo no es un ultraje al espíritu, como se creía antes. Pero sigue sosteniendo que lo ideal es la inhumación”.
Cada religión asume una posición diferente sobre la cremación. El judaísmo la impide. “La persona debe ser enterrada en un cementerio, porque el principio que rige es de la tierra venimos y a la tierra vamos”, opina el rabino Daniel Goldman.