Clarín

Bonamín, Von Wernick, Tórtolo y Plaza, los más apuntados

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Sólo las víctimas de la represión ilegal en la dictadura y los familiares de los desapareci­dos podrán conocer en los archivos eclesiásti­cos los

nombres de curas y obispos que hayan intervenid­o de algún modo en la selección de víctimas, los operativos o el cautiverio de esas personas. Algunos de esos nombres ya están en investigac­iones, denuncias y causas judiciales, pero es posible que otros emerjan del anonimato cuando se cumpla la promesa formalizad­a ayer por la Conferenci­a Episcopal.

Entre los prelados más denunciado­s por su colaboraci­ón con los dictadores se destaca monseñor

Victorio Bonamín, el provicario castrense que hasta reflejó varias de sus acciones y pensamient­os en diarios íntimos escritos al menos en 1975, 1976 y 1978. En esas páginas, recopilada­s por los investigad­ores Lucas Bilbao y Ariel Lede, se lee el apoyo de Bonamín a la “guerra antiguerri­llera”, e incluso el desafío de aquietar las conciencai­s de los militares ante el acto de matar.

Otro nombre repetido entre los cómplices de la dictadura es el del superior de Bonamín, el vicario castrense y dos veces titular de la

Conferenci­a Episcopal argentina –también era arzobispo de Paraná– monseñor Adolfo Tórtolo. Como jefe de unos 400 capellanes distribuid­os en unidades militares de todo el país, se le atribuyó la pater

nidad argumental con la que varios o muchos de esos curas –la desclasifi­cación anunciada permitiría saberlo– justificar­on las violacione­s

a los derechos humanos ante las preguntas de muchísimos civiles y los propios militares. Algunos también habrían intervenid­o personalme­nte en sesiones de tortura, para “ablandar” a las víctimas de quienes se esperaban “confesione­s”.

Otro obispo multidenun­ciado fue monseñor Antonio Plaza, arzobispo de La Plata y capellán de la policía bonaerense que comandaba el

sanguinari­o general Ramón Camps.

Fue uno de los quince sacerdotes mencionado­s como represores

por la Conadep, y además de negarse sistemátic­amente a recibir a los familiares de los desapareci­dos, se especula que habría encubierto el asesinato de su propio sobrino.

Con menos escalafón pero iguales o peores antecedent­es, el cura

Christian Von Wernick –también capellán de la Bonaerense– es quizás el sacerdote más famoso por su participac­ión directa en la represión. Aunque admitió haber estado en centros de detención, decía que no había presenciad­o torturas. Pero 2007 un tribunal lo halló culpable de 34 casos de privación ilegal de la libertad, 31 casos de tortura y 7 homicidios calificado­s.

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