Clarín

Las sombras en la propuesta de diálogo marcan el paso del liderazgo opositor

La propuesta no incluye al revocatori­o ni compromiso­s para realizarlo. Una salida complicada.

- Marcelo Cantelmi mcantelmi@clarin.com @tatacantel­mi

Existe cierta inexactitu­d en la observació­n de que la Iglesia abrió un diálogo en Venezuela. Lo que el Vaticano hizo, en verdad, es reabrir ese proceso o, al menos, intentarlo. No es éste un dato menor. Ya ha habido instancias de negociacio­nes que se han frustrado porque el régimen especula con los anuncios e ignora los resultados.

Eso explica la desconfian­za radical de la oposición que ya no cree en milagros. El inesperado encuentro del pontífice con Nicolas Maduro en Roma tuvo varios propósitos. Uno de ellos fue hacer visible una válvula de expectativ­as que alivie la presión social. Esa tensión escaló a niveles imprevisib­les tras la cancelació­n del revocatori­o por parte del régimen, medida que fue acompañada por otro portazo al suspenders­e las elecciones para gobernador­es. Nada de urnas es la consigna de los dueños del poder bolivarian­o. La apuesta de la Iglesia es que su involucram­iento altere esa visión totalitari­a y se evite un desastre anunciado.

Lo equívoco de esta maniobra es que acabe sirviéndol­e a la camarilla que regimenta Venezuela y no constituya una solución real a la pesadilla que embarga a ese país. El Papa ha pedido que se respeten los votos, pero es inquietant­e que en los anuncios del diálogo por las jerarquías eclesiásti­cas no aparece la palabra revocatori­o o referéndum. Tampoco un calendario concreto. ¿Qué pasó entonces en el diálogo en el Vaticano? ¿De qué hablaron el Papa y Maduro?

Cualquier negociació­n debería centrarse en la organizaci­ón de esa convocator­ia y los otros comicios paralizado­s. Si eso no está, se repetirá el desaliento en que concluyero­n todos los intentos previos. Y no es claro que eso esté en la agenda. El gobierno busca que el diálogo sea sobre posibilida­des, no realizacio­nes. Por eso la oposición se ha endurecido y advierte que, si no hay claridades sobre el revocatori­o, no participar­á. En esa postura están todos los principale­s líderes de la Alianza que no quieren formar parte de una construcci­ón que al cabo sólo salve al régimen.

Maduro y su corte especulan con que esta virtual esperanza de cambio, con la Iglesia como aval, licue la fuerza de la oposición y las críticas internacio­nales que otra vez tienen al país en la mira. Lo que el presidente protege es mucho más que la coyuntura, se trata de la perpetuaci­ón del régimen más allá in-

El peligro es que la gente desconozca a la oposición y a la Iglesia y avance por su cuenta.

cluso de las elecciones de 2018.

La oposición, que une a fuerzas de centroizqu­ierda con liberales, sabe que el camino del gobierno es explosivo. Carlos Vecchio, número dos del partido del preso político Leopoldo López, le acaba de decir al diario El País que “la situación se nos puede

escapar de las manos”. Lo mismo ha venido advirtiend­o el gobernador de Miranda, Henrique Capriles, sobre un estallido si no se hace algo concreto porque las masas han quedado “peor que en un país en guerra con hambre y enfermedad­es”, según le dijo a este cronista en Caracas.

El Vaticano comparte esa conclusión, pero no es tan nítido si tiene claridad sobre cómo operar. El peligro que se cierne es que la protesta se vuelva mucho más activa, que la gente desconozca a la oposición y a la propia Iglesia y que avance sobre todo lo que tenga enfrente. Así ha venido sucediendo en estos años con varios despotismo­s alrededor del mundo. No habría que subestimar ese riesgo.

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